Luis González coordinador pedagógico.
Está en Chachagüí y resguarda la historia de la cerámica ancestral
En lo profundo del sur andino de Nariño, entre las montañas de Chachagüí, se esconde un tesoro poco conocido: el Museo de la Baldosa Pacha Milli No es un museo convencional, sino un santuario de la cerámica ancestral elaborada por los pueblos Pasto y Quillasinga, que durante siglos dejaron su huella en el barro.

Ubicado en la vereda El Hatillo, este espacio fue reconocido legalmente en 2013 por el Ministerio de Cultura y el Museo Nacional de Colombia, integrándose al Sistema Nacional de Museos. Su existencia es posible gracias a la generosa donación de piezas arqueológicas hecha por la escritora y docente Clara Luz Zúñiga, las cuales están registradas en el Instituto Colombiano de Antropología e Historia.
Pero el Museo de la Baldosa Pacha Milli no es solo un lugar para contemplar cerámica. Su misión es preservar, proteger y difundir la memoria ancestral, generando un diálogo entre el pasado y los descendientes actuales de estas culturas. Además, su reconocimiento por el Instituto Latinoamericano de Museos lo posiciona como un referente en la región.
