La jubilación marca un punto de inflexión en la vida de millones de personas, representando el cierre de una etapa laboral y la apertura de un nuevo periodo con diversas posibilidades. Sin embargo, este cambio también puede traer consigo desafíos para la salud mental y cognitiva. La transición hacia el retiro puede ser emocionalmente compleja, en parte debido a la falta de una rutina diaria estructurada, la ausencia de horarios fijos y la disminución de interacciones laborales.
Ross Andel, profesor de la Universidad Estatal de Arizona, advierte que «esta pérdida de estímulos puede contribuir al deterioro cognitivo debido a la inactividad mental». En la misma línea, Giacomo Pasini, profesor de econometría en la Universidad Ca’ Foscari de Venecia, señala que el retiro puede acelerar el envejecimiento cerebral, aunque enfatiza que «la estimulación adecuada puede frenar este proceso e incluso revertir algunos efectos».
Estudios recientes han analizado el impacto de la jubilación en habilidades cognitivas específicas, como la memoria verbal. Una investigación realizada con más de 8,000 jubilados en Europa indicó que quienes dejaban la vida laboral experimentaban una disminución más rápida en su capacidad para recordar palabras. Además, la falta de interacción social y la pérdida de una identidad profesional pueden derivar en el desarrollo de depresión.
Xi Chen, profesora de salud pública en la Universidad de Yale, sostiene que «la ausencia de un rol activo en la sociedad genera sentimientos de inutilidad y soledad». No obstante, el impacto del retiro no es uniforme. Factores como la edad de jubilación, el tipo de empleo previo y el nivel de apoyo social influyen en el proceso de adaptación. Quienes mantienen redes sociales sólidas y participan en actividades recreativas suelen enfrentar menos efectos negativos.

