Gustavo Petro volvió a pisar tierras nariñenses, esta vez con su ya conocido discurso sobre las energías renovables y la transformación del modelo energético del país. Sin embargo, más allá de las palabras, el eco que resuena en la región es otro: el creciente poder de la familia García en su gobierno, especialmente en entidades estratégicas como Ecopetrol.

Quien apareció como protagonista fue el joven García, con un discurso que, más que técnico, pareció orientado a allanar el camino para su eventual aspiración al Senado en 2026. Los nariñenses, atentos y escépticos, no tardaron en reconocer el tono electoral disfrazado de promesas de inversión.

En cada rincón del gobierno nacional, la burocracia nariñense empieza a desplegarse, ocupando cargos y gestionando agendas. Pero lo que preocupa no es la representación regional en sí, sino la repetición del libreto: los mismos apellidos, las mismas alianzas y las mismas promesas, aún incumplidas.

Las expectativas que hace cuatro años se tejieron en torno a un cambio profundo para el sur del país, parecen esfumarse entre discursos reciclados y visitas fugaces. Durante la campaña presidencial, se escucharon con fuerza los clamores de los líderes del sur, quienes se subieron a la ola del Pacto Histórico esperando ser parte activa de las decisiones nacionales. Hoy, en el ejercicio del poder, su voz ha sido prácticamente silenciada.

Los viejos del sur, como algunos los llaman, desaparecieron del radar. En cambio, resurgen figuras que ya estaban en el mapa político y que hoy reencauchan sus estrategias, esta vez desde la burocracia, con miras puestas en las elecciones legislativas.

Mientras tanto, las promesas de inversión, conectividad, desarrollo vial y soberanía alimentaria siguen siendo eso: promesas. Y Nariño, con sus vías destruidas, su economía empobrecida y su juventud sin oportunidades, sigue esperando que alguna palabra de campaña se convierta en realidad.

El presidente tiene aún unos meses para demostrar que Nariño no fue solo una parada obligada en su hoja de ruta electoral, sino una prioridad real en su plan de gobierno. Pero si el tiempo sigue pasando y las obras no llegan, el sur profundo recordará, una vez más, que la esperanza fue usada como bandera… y luego guardada en un cajón.