Este 22 de octubre, el mundo vuelve a poner el foco en una condición que afecta a millones de personas: la tartamudez. La fecha, instaurada en 1998 por la Asociación Internacional de Tartamudos (ISAD), invita a reflexionar sobre los desafíos que enfrentan quienes conviven con esta alteración del habla.

Más que palabras: una condición que merece comprensión

La tartamudez, también conocida como disfluencia del habla, se caracteriza por interrupciones involuntarias al hablar. Estas pueden manifestarse como repeticiones, bloqueos o prolongaciones de sonidos y sílabas. Aunque suele aparecer entre los dos y cinco años, muchas personas continúan enfrentándola en la adultez.

Según datos de STAMMA, organización benéfica del Reino Unido, cerca del 8% de los niños y el 1% de los adultos en el mundo tartamudean. A pesar de su prevalencia, los prejuicios y la desinformación siguen siendo obstáculos importantes.

El impacto emocional y social

Más allá de las dificultades comunicativas, quienes tartamudean suelen enfrentar burlas, discriminación y falsas creencias sobre su inteligencia o capacidades. Estos estigmas pueden generar ansiedad, aislamiento social y afectar profundamente la autoestima.

Por eso, los expertos insisten en la necesidad de promover la empatía, la información precisa y el respeto. La fonoaudióloga Silvia Pardo destaca que el acompañamiento profesional y el entorno comprensivo son claves para mejorar la calidad de vida de estas personas.

Una jornada para educar y transformar

Durante esta efeméride, asociaciones, profesionales de la salud y grupos de apoyo organizan actividades en todo el mundo. Talleres, charlas, campañas en redes sociales y etiquetas como #DiaInternacionaldelaTartamudez buscan visibilizar la realidad de quienes tartamudean y fomentar una sociedad más inclusiva.

Además, existen servicios especializados en terapia del habla y programas integrales que ayudan a reducir el impacto de la tartamudez en la vida cotidiana.

El cambio empieza con la escucha

Este 22 de octubre, el llamado es claro: dejar atrás los prejuicios y abrir espacio al diálogo. La tartamudez no define a una persona, pero nuestra actitud frente a ella sí puede marcar la diferencia. Escuchar con respeto, informar sin juzgar y acompañar con empatía son acciones que construyen un mundo más justo para todos.