Por: Javier Recalde Martínez.
En Colombia, caminar es un acto de valentía. Millones de personas transitan diariamente calles sin semáforos, evitan motocicletas a toda velocidad y sortean andenes invadidos en el espacio público. Aunque todos somos peatones en algún momento, este usuario de la vía sigue siendo el más invisible y vulnerable.
Según el Observatorio Nacional del Accidente de Tránsito (ONAT), dependencia de la Agencia Nacional de Seguridad Vial ANSV, en 2023 más del 40% de las muertes por tránsito fueron peatones. Los más afectados: niños menores de 14 años y adultos mayores de 60, que representan más del 30% de las víctimas, según la Organización Panamericana de la Salud OPS. Muchos de estos atropellos los causan motociclistas, el medio que más crece en el país y también el que más infringe las normas.
Este problema no se limita a Bogotá, Cali o Medellín. En Pasto, capital de Nariño, la situación es igual de crítica. Calles y Avenidas principales mal señalizadas o deterioradas como la Avenida Panamericana, Av. Estudiantes, Av. Américas, Av. Boyacá y la mayoría de calles céntricas de la ciudad; un sistema semafórico que ya cumplió su vida útil y es necesario su reposición en la que se incluyan pasos peatonales bien calibrados para la seguridad del peatón; si a esto le sumamos los andenes son angostos, inseguros y en muchos casos por vehículos y comercio informal. Zonas cerca de colegios, centros de salud y en las universidades se han convertido en puntos de alto riesgo. Allí, estudiantes y adultos mayores cruzan sin refugios ni señales claras.
El organismo de tránsito de Pasto ha reportado un aumento en atropellos, especialmente en horas pico, y una alta incidencia de motociclistas que ignoran zonas escolares y pasos peatonales. La Ley 769 de 2002 establece que el peatón tiene prioridad en cruces demarcados, pero esta norma se viola con impunidad. Los conductores rara vez ceden el paso, y las autoridades multan más por estacionamiento indebido que por atropellos. La falta de sanción alimenta la impunidad.
El problema no es solo cultural, sino estructural. Las ciudades colombianas siguen pensadas para el carro, no para las personas. Según el DNP, menos del 15% de los municipios han avanzado en políticas de espacio peatonal. Bogotá y Manizales lideran esfuerzos con corredores peatonales, pero en Pasto, pese a avances aislados en el centro, la inversión sigue siendo mínima y desarticulada.
El Día del Peatón no puede ser solo simbólico. Debe ser un llamado urgente a repensar nuestras calles. Caminar no es un privilegio: es un derecho. Garantizarlo exige infraestructura segura, educación vial, control efectivo y una transformación urbana que ponga a las personas antes que a los vehículos.
Porque al final, hoy conduzcas o no, mañana serás peatón. Y cuando eso pase, ¿qué clase de ciudad te recibirá? Una que te proteja, o una que te exponga. La decisión está en nuestras manos.
Por: Javier Recalde Martínez.
