Los colombianos nos encontramos anonadados y asustados ante la violencia que en estos momentos nos azota por doquier, a cuenta de los grupos armados ilegales que se han apoderado de vastas zonas del territorio nacional, siendo protagonistas de dolorosos episodios de muerte y destrucción.
La triste realidad es que, cuando ya el Gobierno Nacional en cabeza del presidente Gustavo Petro se encuentra con el sol en las espaldas, la promesa de la paz total en el país, no fue más que una utopía y lo que tenemos ahora los colombianos, es un amargo fracaso total, que nos llena de incertidumbre e inquietud ante el futuro que le espera al país.
Lo más grave es que en aras de llevar a cabo ese propósito, el Gobierno les bajó la guardia a las organizaciones criminales, esperando de parte de ellas una receptibilidad que nunca se vio. En efecto, lo que hemos visto en estos años, son muchas dadivas por parte del Estado para los gestores de la violencia, lo que estos han aprovechado para fortalecer sus estructuras, apoderarse de vastos territorios y robustecer sus ilícitas finanzas a costa del narcotráfico, la minería ilegal y toda clase de delitos, entre ellos, las extorsiones. Nosotros podríamos interpretar esa actitud, en el sentido que el Gobierno Nacional, les ofreció la mano a los grupos armados ilegales, pero estos, además de la mano se tomaron el codo y algo más, lo que explica la violencia que hoy azota al país, en la mayoría de sus regiones.
En este orden de ideas, debemos calificar, entre las situaciones de mayor gravedad en la actualidad, la que se registra en el departamento de Nariño, donde hace algunos días, las disidencias de “Iván Mordisco”, presidieron la entrega de un polideportivo en una zona rural del municipio de El Rosario, sin que ninguna autoridad legalmente constituida pudiera intervenir para evitar este atropello, hecho que no es la primera vez que ocurre en esta zona sur de Colombia.
Pero, además, lamentablemente, en el marco de esa violencia que hoy carcome a Colombia, debemos decir que el proceso de paz territorial que se estaba llevando a cabo en Nariño, también se constituyó en un rotundo fracaso. Es más, en estos instantes se presenta un delicado enfrentamiento interno entre las disidencias de las Far, por lo que, en lugar de paz, lo que temen los nariñenses, es que la violencia siga disparándose, tanto en la cordillera como en la costa Pacífica, debido a esta disputa interna de las disidencias, en busca de más territorio para sus ilícitas actividades.
Constantes paros y los denominados “plan pistola” en el departamento del Chocó, enfrentamientos en la región del Catatumbo, lo mismo que en el departamento del Cauca, los asesinatos de policías y militares, en varias zonas del país, además de los hechos que vienen afectando al departamento de Nariño, conforman el oscuro panorama de violencia desatada en el país.
Un panorama que nos resulta doblemente inquietante, al saber que tenemos al frente dos procesos electorales que serán transcendentales para el futuro del país, como lo son las elecciones al Congreso, Senado y Cámara de Representantes y los comicios presidenciales.
Nos referimos a unas elecciones que en el caso de que se tuvieran que realizar mañana, sencillamente no se podrían hacer, por falta de garantías, tanto para los candidatos como los electores, quienes luego de los hechos que le costaron la vida al senador y precandidato presidencial, Miguel Uribe, sencillamente sienten miedo, mucho miedo…
