Por: Alina Constanza Silva

Hace más de un año y medio, el Fondo Paz anunció con entusiasmo la construcción de más de 20 cubiertas deportivas para Pasto. Se trataba de un proyecto financiado con recursos destinados a la paz, que buscaba garantizar espacios dignos para el deporte y la integración comunitaria. La noticia ilusionó a barrios y veredas de la capital nariñense: después de tantos olvidos, llegaba por fin una inversión concreta en infraestructura social.

Pero el sueño se desmoronó pronto. Pablo Pardo, quien estaba al frente de @fondopazco y hoy ocupa un cargo en el Ministerio de Igualdad, aseguró con prepotencia que la obra iba. Sin embargo, junto con la Agencia Nacional Inmobiliaria Virginia Barco, decidió entregar los contratos a dedo al mismo consorcio que ya ejecutaba obras en Barranquilla, El Tarra y otras regiones. Es decir, no hubo licitación pública ni garantías de transparencia: simplemente se repitió la fórmula de la adjudicación directa.

En Pasto, el contratista de Barranquilla recibió un anticipo millonario, pero nunca instaló oficina local, no presentó avances serios ni cronogramas verificables. Lo único que dejó fueron huecos abiertos en varios polideportivos, donde debían erigirse las torres metálicas de las cubiertas. Hoy, esos escenarios están más deteriorados que antes: inservibles, imposibilitados incluso para la práctica básica del deporte.

De las más de veinte cubiertas prometidas, apenas unas pocas se han ejecutado. El resto se convirtió en un monumento al incumplimiento y a la politiquería. No es gratuito recordar que quienes cacareaban el proyecto lo usaron como bandera electoral: aspiraban a la alcaldía, al congreso o incluso a la gobernación, pero una vez terminadas sus campañas, desaparecieron al igual que los contratistas.

Así como lo denunció el periodista Paulo Paz, hacemos eco de esta situación que debería alertar a todos. No es un caso aislado, sino un patrón preocupante: recursos públicos destinados a la paz y la equidad se pierden en la maraña de la contratación directa y la negligencia institucional.

Lo más indignante es que la comunidad quedó con los crespos hechos. Los polideportivos que debían ser entregados este año están abandonados, sin vigas, sin techos y sin respuestas. Nadie contesta los teléfonos, ni Pardo ni la empresa contratista. Se trata, en palabras de los vecinos, de un “pastuso que no se duele de su región” y de un gobierno que, en este caso, incumplió con su palabra.

Este episodio es un espejo de lo que ocurre cuando los recursos de la paz se administran sin transparencia. Lo que debía ser un símbolo de integración terminó convertido en otro elefante blanco. La pregunta es inevitable: ¿dónde está el dinero, quién responde por los polideportivos y cuándo se hará justicia con la comunidad de Pasto? La paz y la equidad no se construyen con promesas, sino con hechos.