La salida de la multinacional Shell después de 85 años en Colombia, no es un hecho aislado ni técnico, se trata de una grave señal de que las cosas no andan bien en la política energética del país; una alerta roja, que, nos enfrenta a un futuro de incertidumbre, en un sector de tanta transcendencia para nuestra economía.

No es para menos nuestra preocupación, si tenemos en cuenta que, durante esa más de 8 décadas, la Shell ha sido desde siempre, uno de nuestros principales aliados estratégicos. Por ello, anticipamos que su ausencia, no será lo mejor ante la actual crisis energética que nos amenaza por todos lados.

En efecto, nos estamos refiriendo a la pérdida de un importante aliado, lo cual ha prendido todas las alarmas desde el mismo momento en que la Shell decidió entregarle a Ecopetrol su participación en los bloques en los bloques offshore COL-5, Fuerte Sur y Purple Angel, ubicados en el mar Caribe.

La razón para esa acción también nos llena de inquietud, puesto que la presidenta de la multinacional en Colombia, Liliana Gómez, señaló de manera tajante, una actualidad de imprevisiones, incoherencias y barreras que estaban frenando los proyectos, lo que provocó un molesto malestar en las altas directivas de la multinacional, lo que, a final de cuentas, llevó a la empresa a tomar la determinación de salir del país.

Por ello, podemos decir que la Shell ante las irregulares situaciones que se estaban presentando, sencillamente no vio garantías para invertir a largo plazo en el país y prefirió un retiro decoroso. Y, en ese sentido, nos alarma saber que la Shell les sigue los pasos a otros gigantes como ExxonMobil, Chevron, BP, ConocoPhillips y Repsol, cuyos directivos decidieron que ante las actuales condiciones no vale la pena arriesgar en Colombia, sus enormes capitales.

De esta manera, nos encontramos ante un hecho que representará menos inversión y también menos empleo en Colombia, como lo demuestran las cifras del año pasado, las que indican la pérdida de 25 mil empleos, directos e indirectos debido a la drástica reducción de la actividad petrolera y gasífera en el país.  

Lo cierto es que el retiro de la Shell de Colombia, aunque no implicará despidos masivos de manera inmediata, si hará que se agrave el problema, ya que es de esperar que se frenen las contrataciones futuras; se perderán oportunidades para empresas proveedoras, y se reduce el dinamismo económico en regiones costeras como La Guajira y el Caribe.

Igualmente, consideramos delicado que el adiós de la Shell se produce cuando la producción de petróleo en el país, cayó en un 4.8%m en tanto que el gas natural tuvo un desplome del 19%, lo que oscurece aún más el panorama económico, puesto que Colombia empezará a depender más de las importaciones para completar su demanda interna, en tanto que se tendrá que enfrentar una caída de regalías, ingresos fiscales y exportaciones.

El retiro de Shell también nos refleja el impacto de la política energética del gobierno de Gustavo Petro, que ha apostado por una transición energética acelerada sin otorgar nuevos contratos de exploración y restringiendo técnicas como el fracking. Una intención que puede ser válida desde el punto de vista ambiental, pero sin una estrategia clara y gradual, el país está ahuyentando inversiones y arriesgándose a quedarse sin gas ni petróleo antes de tener alternativas limpias viables y suficientes, en lo que se constituye en una imprevisión que ya está saliendo demasiado cara.