En municipios como Sandoná, Consacá, Yacuanquer y la zona rural de Pasto, campesinos han adoptado prácticas agroecológicas como respuesta al desgaste del suelo causado por décadas de agricultura intensiva y deforestación.
Los nuevos modelos incluyen:
Abonos orgánicos elaborados con residuos agrícolas.
Sistemas agroforestales que combinan árboles nativos con cultivos como café, frutales o hortalizas.
Terrazas y barreras vivas para evitar la erosión.
Uso mínimo de químicos, favoreciendo la biodiversidad del suelo.
Además, varias escuelas rurales están incorporando huertas ecológicas para que niños y jóvenes aprendan de manera práctica sobre sostenibilidad y producción limpia.
El impacto ya es visible: suelos más fértiles, recuperación de microfauna, mayor retención de agua y mejores cosechas.
