Durante el último año, Colombia ha experimentado una preocupante reducción en la disponibilidad de agua potable en varias regiones del país. Las prolongadas sequías, el impacto del cambio climático y la insuficiente capacidad de algunas infraestructuras de abastecimiento han puesto en evidencia la vulnerabilidad hídrica de diversas ciudades, especialmente en los periodos de mayor aumento de temperatura.

La capital, Bogotá, se consolidó como la ciudad más afectada. A mediados de este año enfrentó una de sus crisis de abastecimiento más fuertes en décadas, debido al descenso crítico en los niveles del sistema Chingaza, principal fuente de agua para millones de habitantes. Esta situación obligó a implementar planes de racionamiento por sectores, con cortes del servicio que alteraron la rutina diaria de hogares, comercios e instituciones. Aunque las lluvias recientes han permitido una leve recuperación, el riesgo de volver a enfrentar una crisis sigue latente.

Otras ciudades como Cali, Ibagué y varias zonas de la Costa Caribe también han reportado dificultades. En muchos casos, el crecimiento poblacional ha superado la capacidad de los acueductos locales, mientras que la falta de lluvias ha reducido los caudales de ríos y quebradas que alimentan los sistemas de distribución. En regiones rurales, algunas comunidades han tenido que recurrir a carrotanques o a la recolección de agua lluvia para suplir sus necesidades básicas.

Expertos advierten que estos episodios reflejan una problemática estructural: el país necesita fortalecer la gestión del recurso hídrico, modernizar la infraestructura y promover un consumo más responsable. Además, recomiendan acelerar proyectos de ampliación de embalses, mejorar las plantas de tratamiento y proteger las cuencas que abastecen a las ciudades.

La situación vivida en Bogotá se ha convertido en un llamado de atención nacional. La experiencia demuestra que, frente a períodos de sequía, la preparación y la planificación son fundamentales para evitar que millones de colombianos vuelvan a enfrentar escasez de agua en el corto plazo.