La capital colombiana vivió un importante golpe al crimen con la captura de “Tostao”, alias de un hombre de 32 años que hasta hace poco era uno de los más buscados por homicidio en la ciudad.
Según fuentes oficiales, Tostao se había convertido en el sicario más temido de la banda criminal Los Soratama, estructura dedicada al microtráfico de estupefacientes y al control territorial en la zona norte de Bogotá, específicamente en la localidad de Usaquén.
Modus operandi de Tostao
Su modus operandi lo posicionó como alguien con gran capacidad de intimidación: imponía silencio entre los vecinos del barrio Soratama, quienes convivían día tras día con amenazas, violencia y el miedo constante de que alguien se atreviera a denunciar.
Entre los hechos más graves que se le imputan destaca el homicidio de un padre de familia en la localidad de Usaquén, el cual según los investigadores ocurrió mientras la víctima dejaba a su hija en un jardín infantil; en ese momento, sin mediar palabra, fue atacado por Tostao.
Su captura se produjo gracias a un operativo de inteligencia que permitió a las autoridades ubicar el momento en que el delincuente había fijado una cita en el centro de Bogotá. Allí fue detenido tras un cerco policial coordinado entre diferentes entidades.
Este hecho se inscribe en una jornada más amplia de capturas en la ciudad por homicidio: en las últimas semanas fueron aprehendidas más de 18 personas implicadas en asesinatos, lo que evidencia el incremento de los esfuerzos estatales para contener la violencia en Bogotá.
La caída de Tostao no solo representa la neutralización de un peligroso criminal, sino también un mensaje claro por parte de las autoridades de que no habrá impunidad para quienes atenten contra la vida y la seguridad de los ciudadanos.
Sin embargo, su permanencia y preponderancia en el bajo mundo de la capital deja señaladas debilidades en el control territorial y en la capacidad de prevención del Estado. Vecinos, autoridades y analistas coinciden en que es necesario reforzar la vigilancia, la denuncia ciudadana, y la articulación institucional para que estructuras como Los Soratama pierdan suelo y posibilidades de operar.
