Colombia tiene la triste etiqueta de ser el segundo país del mundo, después de República del Congo, con mayor cantidad de organizaciones y mercados criminales, según el último informe bienal de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional (conocida como Global Initiative- GITOC) que evalúa esos aspectos en los 193 países miembros de Naciones Unidas.
Dentro de los 10 primeros también están otros dos países latinoamericanos: México, en el cuarto lugar, y Honduras, en el décimo.
GITOC califica en una escala de 1 a 10 de acuerdo con tres criterios: el alcance, la escala y el impacto de mercados criminales; la estructura e influencia de los actores criminales; y el alcance y la eficacia de las medidas de resiliencia de los países, definida en el estudio como la capacidad de dar respuesta y desmantelar las actividades del crimen organizado en su conjunto.
La República del Congo está a la cabeza, con 7,75, y Colombia tiene 7,66. La calificación de México es de 7,56 y la de Honduras es de 6,98.
El informe señala que, aunque el crimen organizado se encauza hacia las comunidades más vulnerables —el 80% de la población mundial vive en países con altos niveles de criminalidad—, “su impacto en última instancia aumenta la vulnerabilidad de las sociedades en general”.
Colombia es el país que más comercia cocaína en el mundo, con una puntuación de 9,5 sobre 10, por encima de México, con calificación de 9, cuyos carteles son también denominadores de violencia.
En mercados criminales, México ocupa el primer lugar, con 8 puntos, y Colombia el segundo, con 7,2. La explotación de personas es la economía criminal más generalizada del mundo; no obstante, la minería ilegal, el tráfico de armas, los delitos contra la flora y los recursos no renovables, y el comercio de otras drogas como la heroína y las sintéticas también son otros de los mercados criminales analizados por el estudio de GITOC.
El estudio de GITOC advierte que la corrupción es una de las principales causas que propicia el crimen organizado. Las economías ilegales no se estancaron ni siquiera durante la pandemia.
A pesar de que en 2020 el mundo se confinó y la economía lícita estuvo paralizada por las restricciones que impusieron los países para detener la propagación del virus, el estudio sugiere que “los delincuentes buscaban cómo sortear los obstáculos y aprovechar la situación”. El incremento de la pobreza que trajo como consecuencia la pandemia también favoreció el crimen organizado en Colombia.
Las economías ilegales dejan rentas multimillonarias en Colombia y tienen una gran capacidad de adaptación y de mimetizarse en las economías legales.