El desempeño de los parlamentarios nariñenses ha sido muy pobre. En efecto, al evaluar las siguientes fuentes se desprende que precisamente el Departamento de Nariño no tiene parlamentarios sino personas intrascendentes que ejercen la política a través de empresas constituidas solo con fines electorales. Las fuentes consultadas son las siguientes: Pagina del Congreso (asistencia, proyectos, intervenciones), Congreso Visible de la Universidad de los Andes, Función Pública, Procuraduría, Fiscalía, medios de comunicación y veedurías ciudadanas, redes sociales del congresista y boletines de gestión.
La evaluación del trabajo parlamentario implica contemplar múltiples dimensiones de su labor legislativa, política, ética y de representación ciudadana. Entonces, se evalúa asistencia y participación, producción legislativa, control político, representación ciudadana, comportamiento ético y legal, coherencia ideológica y programática y usos de recursos públicos entre otros.
Además, una evaluación del trabajo parlamentario debe comparar los resultados obtenidos versus las promesas de campaña. En efecto, los nariñenses al elegir los representantes y senadores al congreso lo hicieron con la esperanza que cumplan con funciones esenciales que reflejen el mandato que le otorga los ciudadanos. Se esperaba que un representante de la aguerrida población nariñense sea capaz de ser responsable, transparente, comprometido y efectivo; es decir, capaz de materializar los intereses de quienes los eligieron, que no fomenten sus empresas electorales o grupos cerrados o grupos particulares; por el contrario, la expectativa era que fueran capaces de escuchar activamente a su comunidad y actúe en función de sus necesidades y demandas, que mantenga una comunicación abierta con sus votantes a través de audiencias públicas, redes sociales, informes de gestión y rendición de cuentas.
O sea, como mínimo los votantes nariñenses esperaban que los políticos elegidos al congreso fueran responsables, es decir, que presente y apoye proyectos de ley que benefician al país o a su región, que revise con criterio técnico y político las iniciativas del gobierno y que actúe con criterio propio sin depender ciegamente de su partido. Además, se esperaba que sea un vigilante del gobierno y de las instituciones públicas, que fuera capaz de denunciar la corrupción incluyendo los miembros de su propio partido, o el despilfarro y los abusos del poder y que promoviera la transparencia del Estado. Se esperaba un comportamiento ético y transparente, es decir, que no este involucrado en casos de corrupción, nepotismo o conflictos de interés, que actúe con integridad, sin aprovecharse del cargo para beneficios personales o clientelismo, que declare sus bienes, no abuse de viáticos ni de su unidad de trabajo legislativo.
Se esperaba que su asistencia a las sesiones plenarias y a sus respectivas comisiones fuera permanente y que hiciera uso del debate con argumentos y sin demagogia para apoyar o rechazar una iniciativa legislativa, es decir, que no fuera un congresista decorativo. El pueblo votante esperaba que los parlamentarios de Nariño estuvieran preparados para debatir y tomar decisiones informadas, que entendieran los temas nacionales (salud, educación, economía, justicia, etc.) y que tuviera propuestas concretas estudiadas con juicio con la comunidad, con equipos técnicos y asesores capacitados. También, se esperaba que fueran coherentes con lo prometió en campaña, que no cambiara de posición por conveniencia o presión política, que no saltara de partido o se aliara con quienes antes criticaba. Entonces, el parlamentario que los nariñenses esperaba debería escuchar y actuar según el interés público, para proponer y mejorar o aprobar leyes útiles y bien diseñadas, actuando con integridad y sin intereses ocultos.
La evaluación del desempeño de un congresista pasa por revisar si cumple con sus deberes de asistir a las sesiones donde se toman decisiones, si interviene en el debate y lo hace con argumentación, si es capaz de mantener un debate y no solo de repetir consignas o sin aportar argumentos o evidencia. Se puede ver que los parlamentarios de Nariño han tenido muy poca iniciativa legislativa y menos se ve reflejado su participación en la transformación del país o de la región. No se observa ni refleja su actividad en la producción legislativa, o sea, en la cantidad y tipo de proyectos de ley presentados. Igualmente, su desempeño se evalúa si las iniciativas han tenido un impacto significativo o han sido sin alcance. Igualmente, no existe registro de que iniciativas presentaron y cuáles de ellas fueron aprobadas. Que temas han sido capaces de abordar con suficiencia y liderazgo. Tampoco, se ve que sus proyectos hayan respondido a las necesidades locales, sociales, económicas o ambientales para el electorado.
Igualmente, se esperaba que la representación ciudadana fuera un trabajo permanente, es decir, manteniendo contacto permanente con la comunidad y no solo con su empresa electoral. Tampoco existe registro de haber promovido audiencias públicas u otros espacios de dialogo, para buscar la solución de problemas locales a través de canalizar recursos o proyectos para su región. Nunca se ha explicado cómo ha sido su voto, es decir, si ha privilegiado al pueblo y/o a los grupos de interés. Desde el punto de vista ético se ha observado que los parlamentarios han estado inmersos en el trámite burocrático, en la contratación pública y en el nepotismo. Ética y legalmente se esperaba que cumpliera con lo prometido en la campaña y que su votación haya sido coherente con los intereses de sus votantes.
Por todos estos factores, se llega a la conclusión que existen razones para no reelegir a estos parlamentarios. Especialmente porque han tenido un bajo impacto legislativo real, expresada en su poca producción legislativa con enfoque regional o cuando han presentado iniciativas han sido poca su generación de transformación estructural o mejoras visibles en el departamento. Las pocas iniciativas legislativas han estado desconectadas de la crisis del departamento, no se evidencia iniciativas fuertes frente a problemas como la violencia, el narcotráfico, la infraestructura vial deficiente o la falta de empleo rural.
Los parlamentarios actuales evidencian una ausencia total de liderazgo. Estos parlamentarios han optado por el silencio, pasividad durante los debates importantes en las reformas del país y se han ausentado para no generar el quorum reglamentario para aprobar o improbar un proyecto de ley. No han sido capaces de presentar sus propios argumentos en contra de toda iniciativa, sino que se han acogido a posiciones de grupo rechazando todo razonamiento político sobre cada iniciativa. Tampoco han liderado la atracción de recursos significativos para Nariño, a pesar de las enormes brechas de inversión pública.
Congresistas como la señora Teresa Enríquez ha estado vinculada a redes políticas familiares que han controlado entidades publicas en Nariño durante décadas (Corponariño, Gobernación, Alcaldías), lo que reproduce el nepotismo político y bloquea el acceso de nuevos liderazgos. Esta congresista ha favorecido una representación burocrática en vez de intentar por lo menos de generar un cambio estructural. Tampoco, ha presentado informes públicos de gestión, no ha realizado audiencias ciudadanas ni ha ofrecido mecanismos de control social. Se desconoce como vota en muchos temas sensibles como han sido las reformas sociales, la paz y nunca ha explicado sus decisiones políticas a sus electores.
El señor Daniel Peñuela, así como, la señora Ruth Enríquez han carecido completamente de visibilidad publica, no figuran en debates, ni en medios ni en redes. Esto sugiere una presencia pasiva, sin ejercicio pleno del mandato, es decir, su comportamiento ha implicado perder poder de negociación política nacional. Las fuentes consultadas evidencian baja visibilidad institucional y mediática. Ruth Enríquez no aparece en registros actualizados ni en perfiles institucionales, lo que indica que no tiene presencia publica significativa documentada para evaluar.
Gilberto Betancourt carece de actividad legislativa y no ha concretado ningún proyecto para beneficio de la región. Se ha caracterizado por su enfoque en la burocracia para su empresa electoral.
El señor Erick Velazco, no aparece en las fuentes consultadas, es decir, su actividad ha sido nula. Su elección ha sido intrascendente y llena de escándalos.
La señora Liliana Benavides, no evidencia ninguna iniciativa que hay permitido la transformación estructural del departamento; por el contrario, se ha conformado con su voracidad burocrática para su empresa electoral. Es una persona intrascendente para Nariño. Durante su estancia en el congreso no se ha distinguido en ningún campo. También, ha optado por ausentarse del recinto del senado cuando se ha llamado a la votación de importantes proyectos de ley.
El señor Robert Daza, en su triste presencia en el congreso apoyo públicamente la iniciativa de crear el nuevo departamento del litoral pacifico, defendiendo la división de Nariño con el argumento de la autodeterminación y equidad territorial. A pesar de ser elegido por campesinos sus iniciativas no se han materializado en la presentación de iniciativas de la reforma agraria o le modernización del agro.
El señor Alberto Benavides, es un total desconocido para los Nariñenses porque su ascenso al senado obedeció a la renuencia del senador Gustavo Bolívar. No se ha destacado en absolutamente nada.
En general, se puede afirmar que los congresistas actuales presentan una desconexión con las nuevas realidades del territorio, es decir, no ha existido conexión con movimientos sociales, indígenas, campesinos ni con jóvenes que son actores claves en la transformación del departamento. Tampoco han impulsado nuevas agendas como la justicia, la transición energética, economía popular o la reforma agraria territorializada. Como ha publicado el Diario de Sur, “la opinión publica en Nariño percibe a sus congresistas como decorativos, sin obras ni defensa eficaz del departamento. Esto refuerza el desencanto ciudadano y el aumento del abstencionismo”.
En resumen, los parlamentarios del departamento evidencian bajo desempeño legislativo, pasividad política, practicas clientelistas y familiares, ausencia de rendición de cuentas, desconexión con sectores sociales y no tienen resultados visibles. Todo esto ha originado perdida de oportunidades para la región, falta de gestión frente a crisis, corrupción, estancamiento y concentración de poder, ciudadanía desinformada y desprotegida, fracaso en infraestructura, empleo y seguridad.
Nariño merece mejores congresistas, es decir, personas que sean capaces de capaces de presentar leyes para la transformación de los problemas estructurales de Nariño, que estén activos en temas de paz, empleo rural, lucha contra los cultivos ilícitos y defensa del medio ambiente. Nariño necesita congresistas que estén a la altura en temas como los cierres de la vía panamericana, la violencia en Tumaco y el piedemonte costero, el abandono del sector agropecuario. Congresistas que no pertenezcan a clanes familiares que llevan décadas rotándose cargos, aquellos que no piensen en relaciones clientelistas con alcaldías, gobernaciones y entidades publicas como Corponariño, Cedenar, Cepal, Caja de Compensacion Familiar, ICBF, etc. Congresistas que sean capaces de explicar porque votan de la forma que lo hacen. Que rindan cuenta a sus electores y que escuchen a la ciudadanía. Necesitamos personas que estén conectados con mujeres lideres, jóvenes, indígenas, campesinos y movimientos ambientales, en la transición energética, en la economía campesina y la justicia.
Finalmente, habrá que reafirmar que la evaluación del desempeño de los parlamentarios es pobre. Por eso, Nariño debe aspirar a tener congresistas que representen a la ciudadanía real, es decir, que escuchen, hablen claro y vivan los problemas del territorio, que no tengan vínculos con maquinarias políticas ni contratos públicos, que prioricen la infraestructura digna para el departamento como carreteras, salud, educación rural, que defiendan la paz, los derechos campesinos y la soberanía alimentaria. Que publiquen sus votos, su agenda y sus gastos. Que vayan a la par con las comunidades, que reconozcan el poder de las organizaciones juveniles, indígenas, afrodescendientes y de mujeres, que conozcan las leyes, que tengan equipos técnicos y voluntad política que no vean humo ni repitan discursos vacíos. Entonces, debemos decir, que el futuro de Nariño será diferente si no se eligen congresistas ausentes, silenciosos o serviles a intereses particulares como los actuales. Nariño necesita lideres independientes, preparados, valientes y comprometidos con el territorio y no con empresas electorales. En síntesis, el elector no debe votar por apellidos, por regalados, por venta de su voto o comprometido con promesas vacías.