Cada 9 de diciembre se conmemora el Día Internacional contra la Corrupción, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2003. La jornada busca visibilizar los efectos devastadores de este fenómeno y fortalecer la cooperación internacional para combatirlo. La corrupción amenaza la estabilidad política, la democracia y los derechos humanos, por lo que la lucha contra ella exige más que leyes: requiere voluntad política, instituciones sólidas y vigilancia ciudadana permanente.
El origen de la conmemoración
La fecha tiene sus raíces en la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (CNUCC), aprobada en octubre de 2003 y en vigor desde diciembre de 2005. Este tratado multilateral estableció mecanismos para tipificar delitos, prevenir prácticas corruptas, recuperar activos y promover la rendición de cuentas. Desde entonces, el 9 de diciembre se convirtió en un recordatorio anual de que la integridad debe ser un principio fundamental en la gestión pública y privada.
Transparencia como ejemplo
El más reciente Índice de Percepción de la Corrupción (CPI 2024) señala a países como Dinamarca, Finlandia, Singapur, Nueva Zelanda, Luxemburgo, Noruega, Suiza, Suecia, Países Bajos y Australia como referentes de transparencia. Estas naciones combinan justicia independiente, instituciones confiables y una cultura ciudadana que exige rendición de cuentas. Sus experiencias muestran que la corrupción puede reducirse cuando existe un compromiso colectivo.
El costo de la corrupción
A nivel global, se estima que las pérdidas económicas derivadas de prácticas corruptas superan el 5 % del Producto Interno Bruto mundial. Este impacto no solo afecta la economía, sino también la confianza en las instituciones democráticas, la calidad de los servicios públicos y la igualdad de oportunidades. Por ello, organismos como la UNODC y el PNUD lideran programas de prevención, asesoría y cooperación internacional para enfrentar el problema.
El caso colombiano
En Colombia, la lucha contra la corrupción se ha reforzado con campañas de sensibilización, educación ciudadana y acciones de control institucional. La Secretaría de Transparencia coordina estrategias para mejorar la rendición de cuentas y prevenir el clientelismo. Además, la Policía Nacional y otras entidades han impulsado operativos y campañas que promueven la denuncia ciudadana y buscan garantizar servicios más confiables.
Conclusión
El Día Internacional contra la Corrupción no es solo una conmemoración simbólica, sino un llamado a la acción. Gobiernos, instituciones, empresas y ciudadanos deben asumir el compromiso de promover la ética y la transparencia. Solo así será posible construir sociedades más justas, equitativas y capaces de enfrentar uno de los mayores desafíos del desarrollo contemporáneo.
