Colombia está exhausta. No solo por la incertidumbre económica, la inseguridad o la desigualdad, sino por un cansancio más profundo, más silencioso: el agotamiento frente a una clase política que parece haber olvidado su razón de ser. Durante más de dos décadas, hemos sido testigos de cómo el debate público se ha reducido a confrontaciones estériles, de cómo las instituciones legislativas han perdido brújula, y de cómo el interés colectivo ha sido sistemáticamente postergado en favor de agendas partidistas, personales o de corto alcance.
Hoy, al observar el desempeño del Congreso “Senado y Cámara de Representantes”, resulta difícil encontrar huellas significativas de transformación. ¿Dónde están los grandes proyectos de ley con autoría genuina de los legisladores? ¿Dónde están los debates profundos que en otros tiempos enriquecieron la democracia? La triste realidad es que la mayoría de las iniciativas que se tramitan provienen del Ejecutivo, mientras muchos congresistas se limitan a dar trámite, sin aportar ideas, sin ejercer su facultad constitucional de proponer.
Estamos, sin duda, en mora legislativa. En temas tan urgentes como infraestructura, educación rural, desarrollo productivo, justicia ambiental o inclusión social, el Congreso ha sido un actor ausente, cuando debería ser protagonista. No se trata solo de falta de resultados; se trata de una ausencia de voluntad política para asumir el liderazgo que el país exige.
Esta campaña electoral que se avecina será, sin lugar a dudas, un momento de rendición de cuentas. Los ciudadanos no son ingenuos: saben quién ha trabajado, quién ha propuesto, quién ha estado presente. Y también saben quién ha permanecido en el silencio cómplice, en la complacencia, en la defensa ciega de intereses ajenos al bien común.
En Nariño, este vacío es aún más doloroso. Hemos perdido ese liderazgo histórico que en otras épocas nos honró, cuando dirigentes de esta tierra aportaron con voz firme al debate nacional, con ideas claras y compromiso ético. Hoy, nuestra representación en el Congreso carece de peso, de visibilidad, de propuesta. No se trata solo de denunciar, sino de reconocer con honestidad que hemos bajado la guardia.
La ciudadanía está cansada pero no derrotada, exige otra política y no de la mal llamada POLARIZACION de Izquierda o Derecha: una que dialogue más allá de las trincheras, que piense en el largo plazo, que ponga por encima de todo el interés de la nación. No necesitamos más discursos grandilocuentes sin sustento, ni promesas vacías. Necesitamos congresistas con capacidad de síntesis, con formación, con integridad, dispuestos a legislar con sentido de Estado.
La política debe recuperar su dignidad. No puede seguir siendo un campo de batalla donde lo único que se construye es odio. Necesitamos líderes que escuchen, que dialoguen, que propongan desde la humildad y la responsabilidad.
Y sobre todo, necesitamos recordar que el poder no es un derecho, sino una obligación; el momento de la reflexión es ahora, el momento de exigir más, también.; porque Colombia merece una clase política que, en lugar de dividir, una; que, en lugar de callar, proponga y que, en lugar de servirse, sirva
Por: Javier Recalde Martínez.
