La saturación tecnológica ha convertido el minimalismo digital en una necesidad. No implica renunciar a la tecnología, sino usarla con la intención de recuperar tiempo, atención y bienestar.
Filtrar notificaciones, limitar redes sociales y organizar archivos son prácticas básicas. También lo es crear espacios libres de pantalla para concentrarse o descansar. Al reducir el ruido digital, el cerebro procesa mejor, se dispersa menos y recupera foco.
El minimalismo digital no busca austeridad extrema. Su objetivo es claridad mental. En un entorno donde cada aplicación compite por atención, minimizar es una forma de resistencia.
