Desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania, cientos de miles de ciudadanos rusos han abandonado su país buscando libertad, seguridad y una nueva vida. Entre ellos, un número creciente de emprendedores ha decidido empezar de cero en Europa, levantando empresas tecnológicas, fábricas y pequeños comercios. Sin embargo, el camino del exilio empresarial no ha sido fácil.

Uno de ellos es Bogdan Leonov, un joven empresario que encontró en el Mediterráneo un terreno fértil para innovar. Su startup WE53, creada en 2023, gestiona una red de casi 3.000 estaciones de alquiler de baterías portátiles en Chipre y Grecia, y está expandiendo su modelo de franquicia a Portugal.

En apenas dos años, la compañía ha alcanzado ingresos anuales de unos 600.000 euros y emplea a decenas de personas. Leonov ya había desarrollado un proyecto similar en Rusia, pero asegura que emprender en el extranjero ha sido un desafío completamente distinto.

“No se puede copiar y pegar casi nada. La infraestructura, las leyes laborales y las costumbres son diferentes. El mayor obstáculo ha sido el sistema bancario; a veces tengo que hacer yo mismo de ‘compliance officer’”, explicó el empresario a Deutsche Welle (DW).

De las favelas rusas a los hornos alemanes

Otro ejemplo es Maksim Satanovsky, residente en Dresde (Alemania), quien decidió reinventarse con un proyecto gastronómico. Inicialmente pensó en abrir un restaurante de comida rusa, pero terminó fundando una fábrica de alimentos congelados llamada Dawaj-Dawaj, especializada en empanadillas caseras y otros platos tradicionales que distribuye a domicilio.

Su negocio forma parte de una tendencia más amplia entre los rusos que han emigrado desde febrero de 2022. Muchos de ellos se establecieron en países como Alemania, Georgia, Armenia, Israel y diversas naciones del sur de Europa, donde han lanzado startups en sectores tan variados como la tecnología, los medios de comunicación, la cultura o la alimentación.

De Yandex a Nebius: el gran salto tecnológico

Uno de los casos más destacados es el de Nebius, empresa neerlandesa que ofrece unidades de procesamiento gráfico (GPU) para el entrenamiento de modelos de inteligencia artificial. Surgió en 2024 como escisión del gigante tecnológico ruso Yandex, conocido durante años como “el Google ruso” por su motor de búsqueda y sus servicios de correo, mapas y comercio electrónico.

Las sanciones de la Unión Europea tras el inicio de la guerra truncaron sus planes de expansión global. Su fundador y antiguo director ejecutivo, Arkady Volozh, se exilió en Europa y condenó públicamente el conflicto. En julio de 2024, Yandex vendió todos sus activos rusos por 5.400 millones de dólares (4.670 millones de euros) en efectivo y acciones, la mayor desinversión corporativa desde el inicio de la invasión.

Rebautizada como Nebius, la compañía comenzó a cotizar en el Nasdaq bajo su nueva identidad, marcando un renacimiento simbólico del talento tecnológico ruso fuera de sus fronteras.

Una nueva generación de empresarios sin patria

Pese a las dificultades con la burocracia, la financiación y los controles financieros, muchos emprendedores rusos exiliados han logrado establecer negocios sostenibles y contribuir a las economías locales europeas. Sin embargo, para ellos, el éxito no solo se mide en cifras, sino también en libertad.

“Crear una empresa aquí no es solo cuestión de sobrevivir”, reflexiona Leonov. “Es una forma de demostrar que todavía podemos construir algo positivo, incluso lejos de casa”.