En el cementerio del Castillo de Zorita de los Canes, ubicado junto al río Tajo en Guadalajara, España, un equipo de arqueólogos de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y el Instituto Max Planck descubrió un hallazgo inesperado: entre los restos de 23 monjes guerreros de la Orden de Calatrava enterrados entre los siglos XII y XV, se identificó el esqueleto de una mujer que presenta señales de muerte en batalla.

Los investigadores analizaron vestigios óseos de 25 individuos y detectaron lesiones graves —tanto punzantes como contusas— en 23 de ellos, lo que corrobora su condición de combatientes. Las particularidades de un esqueleto, sin embargo, revelaron que correspondía a una mujer: rasgos faciales, estructura pélvica y otras características lo confirmaron.

Dicho cuerpo femenino presentaba una alimentación algo distinta al resto —con menor consumo de proteínas, probablemente reflejando un estatus social diferenciado— pero también mostraba marcas compatibles con entrenamiento en el uso de espada, lo que sugiere que la mujer no solo participó en combate, sino que podría haber luchado activamente.

Este descubrimiento arroja luz sobre el papel de las mujeres en la guerra medieval y desafía las interpretaciones tradicionales que las relegan únicamente a roles de apoyo. La fortaleza de Zorita de los Canes, que pasó de dominio islámico al control cristiano y luego al mando de la Orden de Calatrava, se convierte ahora en escenario de una historia más compleja y matizada.