Las casas no solo son espacios funcionales; También moldean estados de ánimo. La arquitectura emocional estudia cómo la distribución, la luz, la temperatura, los colores y los materiales influyen en el bienestar.

Un hogar luminoso puede generar una sensación de apertura, mientras que uno oscuro promueve la introspección. Los espacios ordenados reducen el estrés al disminuir los estímulos visuales, y los rincones personalizables refuerzan su identidad y seguridad. Incluso la altura de los techos afecta la percepción: los techos altos invitan a pensar en grande; Los techos bajos favorecen la calma.

La arquitectura emocional invita a diseñar hogares que respondan a necesidades afectivas. No se trata de lujo, sino de intención: un asiento cómodo junto a una ventana, una planta que aporte vitalidad, un color que tranquilice.

Construir un hogar emocionalmente sano es construir un refugio para la mente.