Un estudio internacional reciente reveló que la mayoría de las personas en el mundo se muestran más preocupadas que entusiasmadas ante el crecimiento acelerado de la inteligencia artificial (IA). El informe, realizado en más de 25 países, indica que el 34 % de los adultos asegura sentirse principalmente preocupados, mientras que el 42 % expresa sentimientos mixtos y solo un 16 % manifiesta mayor emoción que temor frente a estas tecnologías.
Los resultados evidencian que la percepción pública de la IA ha cambiado significativamente. Lo que antes se veía como una promesa de innovación y progreso, hoy genera inquietud por sus posibles impactos en el empleo, la privacidad y la interacción humana. Muchas personas temen que el uso masivo de sistemas automatizados afecte la capacidad de relacionarse, pensar críticamente o tomar decisiones propias.
El nivel de preocupación también varía según el perfil de cada grupo: los adultos mayores, las mujeres y las personas con menor acceso a la educación o a Internet son quienes expresan mayor desconfianza frente a la expansión de la inteligencia artificial.
Expertos señalan que este panorama refleja una necesidad urgente de educar y transparentar el funcionamiento de estas tecnologías. Explicar cómo operan los algoritmos, qué tipo de información utilizan y cómo pueden influir en la vida cotidiana podría ayudar a reducir los temores y mejorar la confianza pública.
A nivel global, el debate sobre la IA ya no gira únicamente en torno a la innovación, sino también a la ética, la regulación y el impacto social. Los gobiernos y empresas tecnológicas enfrentan ahora el reto de equilibrar el desarrollo con la responsabilidad, promoviendo un uso seguro, justo y beneficioso para la sociedad.
En un momento en que la inteligencia artificial avanza con velocidad, la opinión pública se convierte en un factor decisivo para definir su futuro: la aceptación social será tan importante como el avance tecnológico mismo.
