Todo inicia en 2012, cuando Álvaro Uribe Vélez acusó a Iván Cepeda de pretender vincularlo con la creación de un grupo paramilitar; señalamiento que Cepeda rechazó. Además, la Corte Suprema de Justicia determinó que era Uribe a quien debía investigar por la presunta manipulación de testigos.
Hoy, el expresidente Álvaro Uribe Vélez ha sido condenado por fraude procesal y soborno en actuación penal. La jueza Sandra Heredia concluyó que Uribe solicitó a su abogado ofrecer beneficios a testigos para obtener testimonios favorables. El expresidente podría enfrentar entre seis y doce años de cárcel. El veredicto es de primera instancia y puede ser apelado.
Este juicio ha generado gran revuelo: algunos defienden a Uribe; otros se alegran por el fallo. Abundan los comentarios sobre la actuación de la jueza, ya que juristas especializados aseguran que validó testimonios irregulares; otros sostienen que se trata de una artimaña política del presidente Gustavo Petro para deslegitimar al principal referente de la derecha en nuestro país; y hay quienes afirman que “la justicia cojea, pero llega” y que el expresidente merece ser condenado y cumplir prisión por los delitos que se le atribuyen.
Creemos en la justicia y en las instituciones; por eso, el presidente Gustavo Petro, ante los múltiples escándalos de corrupción que han rodeado a sus familiares y funcionarios, debe estar preocupado y evaluar el rumbo de su gestión. La justicia tarda, pero llega, y qué bueno que también alcance a los funcionarios que se enriquecen a costa del presupuesto público.
Hoy en día la política es más bien “politiquería”: llegan para robar y no para servir a la sociedad. El poder debe ponerse al servicio del pueblo, gobernarse con humildad, porque el abuso del poder también es condenado.
Que la justicia sea implacable, y que quien la imparta sea idóneo y sabio. Quien es justo es bueno, y quien es bueno está cerca de Dios.
