Así lo afirmaron griegos como Eratóstenes muchos años antes de Cristo, como también lo es el universo entero tal como lo representó Aristóteles por aquel mismo entonces. Pensar en un mundo esférico y no plano conlleva a que se admita de igual manera la presencia inevitable de los puntos opuestos o polos que llaman, conocidos también con el nombre de antípodas. Solo durante el periodo medieval, cuando todos los seres humanos en occidente fueron obligados a admitir el dogma como absoluta verdad, se negó que pudiera ser real cualquier posibilidad de contar con el lado opuesto o contrario, porque de ser posible no podía ser más que la negación de la derecha o bueno, el mal o el siniestro. Pues el denominativo con el que se terminaría identificando el único lado admisible se había derivado del vocablo dexter o dextrum, proveniente de una de las tantas lenguas que hicieron presencia en los pueblos indoeuropeos en donde significaba lo aceptable y decente. Por lo que de contarse con su opuesto este no podía tener sino un sentido negativo. Tal y como lo proclamaban los maniqueistas para quienes todo cuanto era imaginable cómo existente solo podía admitirse desde un solo lado, el de la derecha o dexter, por lo que de ella también derivaron las palabras decoro, digno y disciplina. Sí, disciplina que es como se llamó al actuar de manera ordenada, solo que para serlo debía de obedecer a la convicción de la existencia única de un solo lado, el único, el derecho. Todo lo que no se encontraba o podía ubicarse ahí debía de ser rechazado, desconocido, condenable y eliminado. No por otra razón se impuso durante más de 1000 años la idea de un mundo plano, sin polos.
Ahora llama la atención la convocatoria a acabar con la polarización o, peor aún, a la despolarización, porque se da por cierto que la violencia es la consecuencia de la identificación de un contrario u opuesto. Negando así o desconociendo que todo cuanto existe solo ha sido posible por virtud de la existencia de los contrarios y de su movimiento, siempre afín a su posición adversa, dialéctica le llamaron también los griegos. Se equivocan y craso error comenten todos aquellos que acusan a la discusión de propiciar la ofensa y ven en el contrario un enemigo. Cuando el debate lo único que pide esgrimir son argumentos, razones, pruebas constatables y verificación, nada más. Pues más que armas lo que se requiere para ganar en una discusión son herramientas con las que se construye la verdad con la cual se busca convencer acudiendo a la razón y no imponer un parecer mediante la utilización de la amenaza y el miedo. La propuesta de acabar con la polarización no es cosa diferente a la de pedir que se forme en la mente del habitante común de las ciudades y los poblados alejados de ellas la idea de un mundo chato, sumido en un centro donde todo cuando se acerca a él es absorbido, desaparecido.
Peligro ante el cual la mejor recomendación es evitar cualquier forma de movimiento, por lo que lo de mantener las cosas como están se convierte en una exigencia ante la imagen caótica del fin del mundo, presentada por aquellos a los que les conviene que el grueso de la sociedad piense en la existencia del infierno, al que absurdamente no ve en un lado contrario y si como extensión del único admitido, que es como explica la escatología o ciencia de lo oculto la existencia del mal. Mil años fueron suficientes para que la sola humanidad, por virtud del movimiento continuo, solo posible en los objetos redondos, volviera a contar con la idea de un mundo con múltiples puntos de vista opuestos, ancho. ricardosarasty32@hotmail.com
