En distintas partes del mundo, cientos de personas ya apostaron por una segunda vida. Sus cuerpos —y en algunos casos, solo sus cerebros— descansan sumergidos en tanques de nitrógeno líquido, a –196 °C, en laboratorios de Estados Unidos, Rusia y China.La criónica, una práctica que mezcla ciencia y esperanza, busca detener la muerte biológica con la idea de que, algún día, la tecnología podrá revertirla. El proceso es extremo: se reemplaza la sangre por una sustancia crioprotectora para evitar que el cuerpo se fracture con el frío.El precio de este “pasaje al futuro” va desde 80 mil hasta 200 mil dólares. No hay garantías, ni promesa de regreso, solo la fe en que el tiempo —algún día— se vuelva reversible.

Por Oscar Paz