En un momento en que la tecnología lo cambia todo, la capacidad de pensar como emprendedor —adaptarse, asumir riesgos, aprender rápido— gana protagonismo. Las empresas y los profesionales ya no solo preparan sus habilidades técnicas, sino que cultivan una mentalidad emprendedora para sortear la disrupción que trae la inteligencia artificial (IA).

La mentalidad emprendedora implica ser proactivo, identificar oportunidades, experimentar hasta fallar y volver a comenzar. No se trata únicamente de crear un negocio, sino de asumir que cada rol-laboral puede demandar ese tipo de actitud: innovar, imaginar mejoras, anticipar cambios.

En la era de la IA, donde muchas tareas rutinarias quedan automatizadas, lo que marca la diferencia es la persona que plantea qué se puede hacer distinto, que integra nuevas herramientas, que rescata valor humano allí donde la máquina no alcanza. Esa persona ve la IA como aliada, no como rival.

La conclusión es clara: más allá de la formación técnica, la clave será desarrollar la mentalidad emprendedora —habilidad que conecta curiosidad, adaptabilidad y espíritu de exploración— para ser relevante en un entorno laboral impulsado por la IA.