La producción nacional de gas continúa en declive. Según el más reciente informe del Grupo Cibest de Bancolombia, el país registró una caída del 15,8 % en su oferta, confirmando un deterioro que la industria advertía desde hace más de una década. Lo que antes se calificaba como un “riesgo a futuro” hoy es una realidad palpable: Colombia produce cada mes menos gas, importa más y paga tarifas cada vez más altas, mientras la infraestructura disponible opera al límite.
El informe revela que las reservas probadas apenas cubrirían seis años de demanda, y los niveles de reposición son mínimos. Este panorama ha llevado a una mayor dependencia de las importaciones, cuyo peso en la canasta energética crece aceleradamente. A esto se suma el encarecimiento de los costos y la presión sobre los sistemas de transporte y regasificación, que ya muestran señales de saturación.
De acuerdo con los analistas, el país enfrenta un riesgo creciente de racionamiento energético a partir de 2026, especialmente si no se logra estabilizar la oferta interna ni asegurar condiciones más favorables de abastecimiento externo. Las señales de incertidumbre —marcadas por la falta de estabilidad regulatoria, la ausencia de nuevos desarrollos y la necesidad de precios competitivos— están relegando la transición energética a un segundo plano en la agenda nacional.
Aunque algunos ajustes recientes han permitido posponer el escenario crítico hasta 2028, los expertos advierten que la amenaza no ha desaparecido. La conclusión del informe es clara: sin decisiones urgentes y coordinadas, el país podría enfrentar un déficit energético que comprometería la seguridad del suministro y el avance hacia un modelo energético más sostenible.
