El Kremlin reafirmó su respaldo al gobierno de Venezuela frente a lo que considera amenazas militares y diplomáticas provenientes de Estados Unidos, en medio del creciente despliegue de fuerzas estadounidenses en el mar Caribe. Desde Moscú, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, María Zajárova, reiteró que Rusia mantiene una comunicación permanente con Caracas y está dispuesta a responder ante cualquier solicitud del gobierno venezolano. Según Zajárova, la cooperación entre ambos países se encuentra en su punto más alto tras la firma del Tratado de Asociación Estratégica, que consolidó los lazos políticos, económicos y militares entre ambas naciones.
En la misma línea, Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, defendió el derecho soberano de Venezuela a decidir sus propios asuntos internos y de defensa, y subrayó que no existe ningún tipo de diálogo con Estados Unidos respecto a este tema. Peskov enfatizó que cualquier acción internacional debe regirse por el derecho internacional y el principio de autodeterminación de los pueblos, principios que Moscú considera esenciales para mantener la estabilidad en América Latina.
Desde la capital rusa, el discurso oficial ha hecho énfasis en la necesidad de preservar al Caribe como una “Zona de Paz”, una postura que coincide con la declaración adoptada por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en años anteriores. Rusia argumenta que el aumento de presencia militar estadounidense en la región constituye una amenaza directa a la seguridad regional y una violación implícita del principio de no intervención.
Mientras tanto, en Caracas, el presidente Nicolás Maduro denunció que Venezuela enfrenta una “guerra multiforme” dirigida por Washington, que incluiría campañas de desinformación, sanciones económicas, acusaciones de narcotráfico y operaciones encubiertas presuntamente orquestadas por la CIA. Según el mandatario, dichas acciones buscarían justificar una eventual intervención militar con el pretexto de combatir el crimen transnacional.
Ante la posibilidad de una agresión externa, el gobierno venezolano ha activado maniobras militares en sus zonas costeras y fronterizas, lideradas por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Estos ejercicios buscan fortalecer la capacidad de respuesta del país ante posibles ataques y demostrar cohesión interna. El Ministerio de Defensa venezolano ha informado que las operaciones incluyen el despliegue de unidades aéreas, marítimas y terrestres, así como simulacros de defensa de infraestructura estratégica.
En el ámbito internacional, tanto Rusia como China han reiterado su respaldo político y diplomático a Venezuela en instancias como el Consejo de Seguridad de la ONU, defendiendo el principio de no injerencia y soberanía nacional. Moscú, en particular, ha advertido que una intervención estadounidense podría desestabilizar todo el continente latinoamericano, generar un nuevo foco de tensión global y socavar la arquitectura del derecho internacional.
Paralelamente, algunos medios estadounidenses han reportado que Washington estaría preparando una ofensiva militar terrestre contra Venezuela, con la posibilidad de bombardeos a instalaciones militares en cuestión de “días o incluso horas”. Estas informaciones, que no han sido confirmadas oficialmente, se enmarcan en la retórica de la lucha contra el narcotráfico y la seguridad regional, aunque expertos advierten que tal acción podría tener graves consecuencias humanitarias, políticas y diplomáticas.
El escenario descrito eleva las preocupaciones en América Latina, donde varios gobiernos han manifestado inquietud por una posible militarización del Caribe y el riesgo de un conflicto que podría extenderse más allá de las fronteras venezolanas. La comunidad internacional observa con atención la evolución de los acontecimientos, mientras el Kremlin continúa posicionándose como aliado estratégico de Caracas y defensor de la autodeterminación latinoamericana, en abierta confrontación con la política exterior de Estados Unidos en el hemisferio.
En síntesis, la situación actual refleja un nuevo episodio de tensiones geopolíticas entre Rusia y Estados Unidos, esta vez trasladado al ámbito latinoamericano. Venezuela, respaldada por Moscú y Pekín, se erige como el epicentro de una disputa global por la influencia política y militar en la región, mientras el Caribe se convierte nuevamente en un tablero estratégico de las potencias internacionales.
