Sin reconocimientoSin reconocimiento

Kevin Moreno no solo es un nombre para recordar, es sinónimo de lucha, talento y superación. Este joven ibaguereño de 25 años se convirtió en el primer deportista tolimense en clasificar y competir en unos Juegos Paralímpicos. En París 2024, logró posicionarse entre los nueve mejores nadadores del mundo en su categoría, desafiando cada obstáculo que su vida le ha puesto desde el nacimiento. Nacido con artrogriposis múltiple congénita, una condición que afecta sus músculos y articulaciones, encontró en la natación una razón para soñar y crecer. Desde su barrio Boyacá, hasta las piscinas del Parque Deportivo, su historia ha sido una carrera de resistencia, no solo física, sino emocional.

Kevin, acompañado de su inseparable entrenador Carlos Ávila, ha forjado su camino con disciplina y sacrificio. A pesar de haber sufrido una lesión en el bíceps que casi lo saca de competencia, logró clasificar en Alemania al obtener cuatro medallas en los Juegos Parapanamericanos. Llegar a París fue tocar el cielo, convivir con los mejores atletas del mundo y cumplir el sueño de toda una vida.

Pero el regreso fue amargo. Mientras en Bogotá recibió aplausos y reconocimiento, en Ibagué su tierra no hubo banderas, ni homenajes. “Eso fue lo que más me dolió”, confesó. Ni un solo representante oficial lo esperaba en el aeropuerto. Solo su familia, amigos y su entrenador estuvieron ahí. En medio del silencio institucional, su resiliencia volvió a brillar: “Ellos siempre estuvieron, eso me bastó”, dijo.

Ahora, Kevin entrena con la mirada puesta en Los Ángeles 2028, donde espera conseguir la medalla que se merece. Porque más allá del olvido de algunos, hay una verdad irrefutable: él ya hizo historia.

La historia de Kevin no es solo un logro deportivo, sino una lección de humanidad. Su silencio frente al olvido institucional contrasta con el estruendo de sus logros en el agua. Este joven ha demostrado que los límites están en la mente y que con fe, amor y disciplina, cualquier meta es alcanzable. Reconocerlo no es un favor, es una deuda pendiente que Ibagué no puede seguir ignorando.