Por: Carlos Eduardo Lagos

En el gobierno de Gustavo Petro, el cambio parece ser la única constante. Sin embargo, este cambio no se refleja en la prometida transformación del país, sino en la vertiginosa rotación de ministros y altos cargos. En menos de tres años, 54 ministros han pasado por el escenario político, dejando tras de sí un rastro de desencanto y críticas.

La reciente renuncia de Laura Sarabia como canciller es solo un episodio más en este «baile de los que sobran». Su carta de renuncia destila desencanto y señala un rumbo errático en el proyecto político de Petro. Sarabia se suma a la lista de quienes, al salir, critican la falta de coherencia y la marginación de las mujeres líderes que lo llevaron al poder.

La vicepresidenta Francia Márquez es un ejemplo doloroso de esta dinámica. Su renuncia al ministerio de la Igualdad en febrero de 2025 vino acompañado de críticas contundentes sobre la falta de apoyo a su gestión y el trato recibido. Márquez denunció que el gobierno de Petro le negó el presupuesto necesario para su gestión y practicó el racismo y el patriarcado.

Otros exfuncionarios, como Álvaro Leyva, Luis Carlos Reyes y Gustavo Bolívar, también han denunciado la corrupción y la intimidación dentro del gobierno. La lista continúa con figuras como Alejandro Gaviria, Cecilia López Montaño y Martha Lucía Zamora, quienes han compartido sentimientos similares de desencanto y frustración.

La constante rotación y marginación de las mujeres líderes revelan un proyecto político que devora a sus propios aliados, recordemos que también su anterior formula vice presidencial Ángela María Robledo se escindió de Petro. El gobierno de Petro se asemeja a un torbellino que consume a sus propios integrantes, dejando tras de sí un eco de críticas que cuestiona no solo la gestión de Petro, sino su capacidad para liderar un cambio verdadero.

La pregunta no es cuántos más renunciarán, sino si este gobierno podrá sobrevivir a su propia voracidad. La alta rotación no es solo un problema administrativo, sino una señal de un proyecto que no logra cohesionar a sus propios líderes. Las mujeres, en particular, pagan el precio más alto en esta dinámica de exclusión y marginación.

En este contexto, es difícil vislumbrar un futuro prometedor para el gobierno de Petro. La historia recordará este período como un momento de grandes expectativas y desencantos. La pregunta es si el gobierno podrá aprender de sus errores y encontrar un rumbo más coherente e inclusivo.