En Colombia, 4 de cada 10 adultos reconoce haber olvidado algo importante en la última semana. ¿Se trata de un simple despiste cotidiano o de un síntoma temprano de deterioro cognitivo? La respuesta no es trivial: la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que actualmente más de 55 millones de personas viven con demencia y que los casos podrían triplicarse hacia 2050.
“¡Ojo! olvidar es sano y necesario para el cerebro y no toda falla de memoria es enfermedad”, explica María Rocío Acosta Barreto, docente de la Maestría en Neuropsicología Clínica de la Universidad de San Buenaventura, sede Bogotá. La mente, añade la especialista, “necesita descartar información irrelevante para priorizar lo verdaderamente útil y mantener el equilibrio cognitivo. El desafío está en reconocer cuándo se trata de simples lapsus y cuándo esos fallos empiezan a poner en riesgo la seguridad, la autonomía o la vida social”.
De acuerdo con Acosta, los primeros (olvidos normales) ocurren porque actuamos en “piloto automático”, sin prestar atención plena a lo que hacemos. “De hecho, la mayoría se relacionan con la distracción, el estrés o la falta de organización, no con un deterioro neurológico”, indica.
Qué lapsus son comunes y no hay que preocuparse
- Perder objetos de uso diario
- Dejar el celular o las llaves dentro de la casa o el carro
- Olvidar lo que le acaban de decir, sobre si todo si está atendiendo varias cosas a la vez
- Quedarse en blanco en un examen o exposición, pasa por la presión y la ansiedad
Qué olvidos, si o si, hay que prestarles mayor atención y visitar al especialista
Detectar a tiempo estas alertas permite diferenciar entre un fallo común y la posible aparición de un deterioro neurocognitivo que requiere atención médica.
- Olvidar de manera reiterada nombres de familiares o amigos cercanos, con gran dificultad para recordarlos.
- Perder conocimientos previamente dominados, como información académica, laboral o cultural relevante.
- Borrar hechos significativos de la vida personal, como viajes, celebraciones o decisiones importantes.
- Confundir recuerdos con situaciones irreales o mezclar información fantasiosa con la realidad.
- Desorientarse en lugares conocidos, olvidar rutas habituales o no reconocer espacios familiares.
- Exponerse a riesgos cotidianos por descuidos graves: dejar la estufa prendida, abrir la puerta a desconocidos o confiar claves bancarias a extraños.
7 hábitos fáciles de aplicar en el día a día para proteger la memoria
- Hacer ejercicio con frecuencia: Practicar al menos 150 minutos de actividad aeróbica a la semana (caminar, nadar, montar bicicleta) reduce hasta en un 35 % el riesgo de deterioro cognitivo, según la OMS.
- Estimular la mente: Leer, aprender un idioma o tocar un instrumento fortalece la neuroplasticidad y crea una “reserva cognitiva” que protege frente al envejecimiento.
- Comer balanceadamente: La dieta mediterránea, basada en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, pescado, aceite de oliva y frutos secos, disminuye el riesgo de Alzheimer; en cambio, azúcares y ultraprocesados aceleran la inflamación cerebral.
- Tener un sueño reparador: Dormir menos de seis horas eleva el riesgo de Alzheimer, mientras que el descanso profundo consolida recuerdos y limpia toxinas del cerebro.
- Manejar las emociones: El estrés, la ansiedad y la depresión dañan el hipocampo, por eso se recomienda desarrollar técnicas como meditación o mindfulness que ayudan a proteger la memoria.
- Contar con una vida social activa: Conversar, compartir y participar en grupos funciona como un “gimnasio cognitivo” y reduce el impacto del aislamiento.
- Mantener hobbies constantes: Bailar, pintar o hacer jardinería no son simples pasatiempos, estos refuerzan la motivación, la coordinación y la memoria procedimental.
Recuerde: Cuidar la memoria ya no es un asunto de la vejez, es una tarea diaria que empieza en la juventud y que puede definir cómo viviremos las próximas décadas.
