En esta carrera por los Consejos Municipales Juveniles, muchos nombres aparecen y desaparecen entre discursos, volantes y promesas. Pero hay historias que no necesitan gritar para hacerse notar. Una de ellas es la de Jonathan David López, candidato por el Centro Democrático al CMJ de Pasto, un joven que, sin buscarlo, me dejó una lección de vida antes de siquiera empezar una entrevista.

Como parte de mi trabajo, decidí contactar a varios candidatos para conocer sus propuestas. Llamé a Jonathan sin saber que él tiene una discapacidad física en sus piernas producto de un accidente que marcó su vida, pero no lo detuvo. Le propuse una entrevista presencial en la emisora. Está en un cuarto piso sin ascensor. Podría haber dicho que no. Podríamos haberla hecho por teléfono. Pero no. Jonathan llegó puntual. Y cuando digo puntual, me refiero a que seguramente tuvo que llegar media hora antes para enfrentar cada escalón con la misma firmeza con la que hoy enfrenta la política.

Ese gesto, que para muchos pasaría desapercibido, me dijo todo de él antes de que se sentara frente al micrófono. Me demostró que no está aquí para poner excusas, sino para buscar soluciones. Que no vino a hablar de inclusión desde la teoría, sino desde la experiencia. Que la resiliencia es parte de su rutina, no una pose de campaña.

Jonathan es estudiante de Derecho, líder estudiantil y emprendedor —nacido en cuna de comerciantes—. Hoy dedica sus días a terminar su carrera profesional y a prepararse para un rol que ve con seriedad: el de representar a la juventud en el CMJ. Su propuesta no está cargada de promesas vacías ni frases hechas. Tiene dos pilares claros: la inclusión de las personas con discapacidad y la salud mental de los jóvenes pastusos.

Dice, con sinceridad, que ha sido testigo de la exclusión. Que muchas veces, lo más difícil no es subir una escalera, sino romper los techos invisibles que pone la sociedad. Y por eso quiere que desde las instituciones se impulsen reformas reales, beneficios equitativos y políticas que no vean a las personas con discapacidad como sujetos de lástima, sino como ciudadanos con potencial.

«No quiero que nos regalen el empleo. Quiero que nos den la oportunidad de competir en igualdad de condiciones«, me dijo. Esa frase quedó grabada en mí. Porque en tiempos donde muchos jóvenes se quiebran ante el primer tropiezo, Jonathan representa otra cara de esta generación: la que no se rinde, la que transforma su dolor en propósito, la que no espera que las cosas cambien, sino que trabaja para cambiarlas.

Esta historia no es solo un perfil de campaña. Es un llamado. A mirar diferente. A escuchar más. A exigir representantes que conozcan lo que es luchar desde abajo, desde la adversidad, desde la escalera sin ascensor. Necesitamos menos discursos y más ejemplos. Menos jóvenes de cristal y más jóvenes como Jonathan: con carácter, con compromiso, con visión.

Hoy Pasto necesita voceros reales. Y Jonathan David López ya está demostrando que puede ser uno de ellos.