Neiva no figura entre los municipios con buenas prácticas de gobierno. Todo lo contrario: según la medición nacional, Casagua ocupa el puesto 11 de 13, un balance que lo sitúa entre los peores alcaldes capitalinos. Este desplome político no es solo un número en un informe; es el reflejo de una gestión cuestionada, incapaz de responder a las necesidades más urgentes de la ciudad.
Inseguridad
Bajo su administración, Neiva se ha convertido en un epicentro de miedo. Los homicidios crecen, los atracos se multiplican y la confianza ciudadana está por el suelo. Las calles, en vez de representar vida y desarrollo, se perciben como un territorio inseguro donde el Estado brilla por su ausencia. El alcalde parece no escuchar el clamor de los barrios que exigen acciones reales, no simples discursos.
Una ciudad hundida
A la inseguridad se suma un deterioro urbano inocultable: huecos por doquier, obras inconclusas y ausencia de inversión visible. La percepción ciudadana es clara: Neiva está sumida en la desidia administrativa. Mientras otras capitales avanzan, la ciudad se hunde en la fragilidad institucional.
El resultado de la encuesta no sorprende: es un campanazo que desnuda una realidad que los neivanos viven todos los días. Casagua, con apenas un año de gobierno, ya carga sobre sus hombros el peso de ser uno de los peores alcaldes del país. Y lo más preocupante: no se vislumbra un cambio de rumbo.

