Como explicar la presencia de Dios acompañando al sicario que aprieta el gatillo a la vez que va al lado de la persona que recibe la bala. Su omnipresencia que sentido tiene si al uno le da firmeza en la mano y tino mientras que, al otro, de quien ha recibido iguales oraciones con la misma devoción parece no haberlo escuchado en sus ruegos y por lo mismo no importarle nada de cuanto suceda con él.  Pero es Dios, el creador de todo cuanto es y no lo es, de quien afirman los doctores de la iglesia católica que está por sobre todo lo pensado y más allá aun, por lo tanto, no puede concebirse en él un obrar de misántropo, concebible solo en los humanos. Dios no es como se dice en la escolástica un ser finito propenso por ello a los defectos y errores como lo banal y la codicia por lo que entonces ni el sicario debe de agradecerle a él no haber errado el tiro, ni los allegados a la víctima deben de reclamarle su abandono. En tanto que según lo explica San Anselmo la voluntad divina obra en función de los asuntos propios su esencia y no puede ni quiere formar parte de lo hecho por los humanos, puesto que dada su calidad solo es competencia del mismo humano.   En atención a estas consideraciones propias de la teología Voltaire afirmaría, durante los años de la revolución e instauración de la república francesa, que a Dios hay que dejarlo ocupado de los asuntos celestes mientas que al hombre exigirle ocuparse de los asuntos terrenales, pues son propios de su existencia.

La fe entonces no está para explicar los resultados de la benevolencia o maldad humana, puesto que en Dios no puede darse esa dicotomía que tanto afecta a las obras del humano en tanto que Dios es la suma de la perfección. No por motivo diferente San Agustín presenta a la fe y la razón como sustento la una de la otra por lo que se dice que la fe sin la razón es ciega en tanto que la razón si la fe es sorda. Así las cosas, ni la creencia en la existencia de un Dios le ha permitido al sicario dar en el blanco ni el haber dejado de creer llevó al ultimado hasta ese punto. Atendiendo las explicaciones que al respecto dan los entendidos en asuntos divinos, bien se puede decir que el creador cumplió con permitir la existencia tanto del agresor como del agredido, dotándolos de todo cuanto de bueno pudo imprimir en ellos. Ya de la manera como se desarrollaron las vidas de la víctima y el victimario es el resultado de la decisión libre de cada uno, porque para ello fue también que, en su bondad, el creador tuvo a bien de dotarlos con la capacidad para elegir por lo que en consecuencia todo cuanto pudieron hacer y sus resultados no podía sino afectar únicamente a  los que decidieron. Es decir, a Dios no hay que pedirle explicaciones por lo que no hizo o permitió que fuese. Simplemente porque no es cuestión de su voluntad ponerse en el puesto de los humanos para optar por ellos, de obrar así donde queda su generosidad para con su creación.

No, la fe en un Dios no puede ser tan solo el pretexto para quitarse de encima el peso de una culpa como tampoco la muleta con la cual se camina, aunque no se la necesite por lo que su uso también se convierte en la disculpa que se guarda para cuando algo falle. A tal actitud obedece la frase tan socorrida que pone en las manos de Dios los deberes que comprometen la moral del individuo.