En Colombia, el nombre de Víctor de Currea-Lugo reaparece con fuerza en los pasillos del poder casi dos años después de que su carrera parecía haberse estancado por las denuncias que pendían sobre él. Hoy se presenta como un colaborador cercano del presidente Gustavo Petro, especialmente en temas de política internacional —particularmente en Oriente Medio—, a pesar del precedente de acusaciones de acoso sexual que alguna vez lo marginaron de un nombramiento diplomático.
Antecedentes
De Currea-Lugo es un académico y ex profesor universitario que se especializó en asuntos del Medio Oriente. En 2023 fue propuesto por el gobierno de Petro para ocupar el cargo de embajador de Colombia en los Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, tras la aparición de denuncias de acoso sexual por parte de ex-estudiantes universitarias, él decidió “dar un paso al costado”, señalando que su presencia podría convertirse en “un palo en la rueda” para el Gobierno.
Las acusaciones no se resolvieron judicialmente y permanecen sin una condena firme. En particular, el medio El País precisó que “De Currea-Lugo no ha sido condenado por el delito de acoso sexual, pero los señalamientos en redes sociales y los rumores de pasillo han sido tema de debate desde hace casi diez años”.
El regreso al centro del poder
Pese a este pasado, en los últimos meses De Currea-Lugo ha vuelto a cobrar protagonismo. En septiembre de 2025 se le vio junto al presidente Petro durante una manifestación en Nueva York, donde tradujo el mensaje presidencial “desobedezcan la orden de Trump” al inglés.
Además, se le reconoce como asesor presidencial en materia de Medio Oriente, participando en misiones diplomáticas, negociaciones con movimientos sociales y acuerdos relacionados con el conflicto entre Israel y Palestina. Según investigaciones, trabajaba “en la sombra” desde 2023 para Petro, negociando incluso con grupos como Hamas.
Las críticas y el dilema de la coherencia
La presencia de De Currea-Lugo en posiciones de confianza ha generado fuertes cuestionamientos. La Defensoría del Pueblo de Colombia, con su defensora Iris Marín, ha señalado que su nombramiento representa un “nuevo desconocimiento del poder simbólico que tienen las decisiones del presidente de la República en la lucha contra las violencias basadas en género”.
Para colectivos feministas y víctimas de acoso universitario, su designación es contradictoria con las promesas de un gobierno que se proclamó aliado de los derechos de las mujeres y la igualdad de género. Por ejemplo, la congresista Jennifer Pedraza denunció que “¿No que el Cambio era con las mujeres? Dejen de revictimizarlas al menos”.
El contexto político y simbólico
Este episodio no es aislado. El gobierno de Petro, que desde su campaña se definió como progresista y feminista, ha enfrentado múltiples escándalos relacionados con el nombramiento de hombres señalados por acoso o machismo en cargos públicos.
La decisión de mantener a De Currea-Lugo en roles de alto nivel, pese a su historial, plantea preguntas sobre la coherencia entre el discurso oficial y las acciones concretas: ¿qué mensaje transmite al país que alguien con denuncias creíbles de acoso pueda ocupar funciones de confianza en el Estado? ¿Qué señales se envían a las víctimas y al movimiento feminista? ¿Y cómo se conjuga esto con la pretensión de una política exterior ética y de un gobierno para todas y todos?
¿Por qué importa?
- Porque la figura de De Currea-Lugo representa un símbolo complejo: un hombre señalado por conducta impropia que ahora se convierte en interlocutor estatal de primer orden.
- Porque el asunto toca temas centrales: la rendición de cuentas en la academia, la selección de funcionarios públicos, la coherencia de un gobierno que se define como transformador.
- Porque, en clave internacional, muestra la apuesta de Colombia por tener voz en asuntos de Oriente Medio, y la persona que asume ese rol tiene una historia polémica.
- Porque plantea un debate sobre cómo las denuncias por acoso afectan (o no) la vida pública, y qué criterios utiliza el Estado para designar a sus colaboradores.
Lo que viene
El futuro de esta situación dependerá de varios factores: la apertura de investigaciones judiciales sobre las denuncias contra De Currea-Lugo, la reacción del gobierno frente a las críticas de los sectores feministas, y el impacto que su actuación tenga en la política exterior colombiana. También será clave ver cómo éste y otros nombramientos influyen en la imagen internacional de Colombia respecto a derechos humanos y responsabilidad de género.
