La sangre volvió a correr en el norte del Valle. En El Águila, frente al hospital (ese lugar que debería significar alivio, que ironía), un bar se convirtió en matadero. Cuatro cuerpos quedaron tendidos, desfigurados por la cantidad de balas que atravesaron sus cuerpos. Cuatro más se aferran a la vida con la desesperación de quien sabe que la muerte ya les rozó la nuca. Entre ellos, dos mujeres y un menor de edad.
Los asesinos entraron como si el mundo les debiera algo. No hubo palabras, ni advertencias. Solo el lenguaje universal del plomo. Dispararon contra todo lo que respiraba. Contra risas, contra vasos medio llenos, contra la rutina de un pueblo que ya no sabe qué significa estar a salvo. El bar, que alguna vez fue refugio, se convirtió en escenario de horror, frente al hospital como si la violencia quisiera burlarse de la esperanza. Tres de los muertos venían de Villanueva. Tal vez compartían mesa o tal vez eran amigos. Pero ya no importa, lo que queda son nombres que se repetirán en los velorios, en las esquinas, en las conversaciones rotas de una comunidad que colecciona tragedias como estampas malditas.
Norbey Antonio Patiño Vélez, de 48 años, y Fabio Nelson Parra Arenas, de 44, fueron dos de las víctimas mortales del ataque. Ambos hombres, oriundos del corregimiento de Villanueva, compartían vínculos con la comunidad local. Sus muertes dejaron un vacío profundo entre familiares y vecinos, que hoy los recuerdan con pesar. En medio del dolor, sus nombres se suman a una lista que no deja de crecer en el norte del Valle.
Los heridos fueron llevados al hospital, algunos serán trasladados a Cartago porque las heridas no se curan solo con vendas, porque hay balas que se quedan dentro, dentro de una mujer o de un menor de edad, aunque el cuerpo sobreviva. Las autoridades dicen que investigan, que buscan móviles que no hay capturas, que no hay respuestas que no hay paz. Mientras tanto, los dolientes entierran a sus muertos con las manos temblorosas, con el alma hecha añicos, y los vivos se preguntan si mañana les tocará a ellos, porque en el norte del Valle, la muerte no avisa.
