En los últimos años, el turismo local experimentó un resurgimiento significativo en Colombia. Aunque el país siempre ha tenido destinos reconocidos internacionalmente, la atención se ha desplazado hacia lugares menos explorados que ofrecen experiencias auténticas y cercanas a las comunidades. Departamentos como Santander, Boyacá, Nariño y el Eje Cafetero se convirtieron en protagonistas gracias a su oferta natural, cultural y gastronómica.

Uno de los factores clave de este auge es la búsqueda de viajes más cortos y económicos. La incertidumbre económica llevó a muchas familias a priorizar destinos accesibles dentro del país, evitando costos elevados de vuelos internacionales. Además, la tendencia global del “slow travel” —viajar despacio, conectarse con el entorno y apoyar economías locales— ha resonado en grupos jóvenes que valoran el impacto social del turismo.

Los emprendimientos locales se beneficiaron de esta ola. Cabañas ecológicas, rutas gastronómicas, caminatas guiadas y experiencias comunitarias ganaron popularidad en redes sociales. Al mismo tiempo, los gobiernos regionales invirtieron en infraestructura básica como carreteras y señalización, lo que facilitó el acceso y redujo riesgos.

Sin embargo, este crecimiento trae desafíos. La llegada masiva de turistas puede afectar ecosistemas frágiles, especialmente en páramos, playas y reservas naturales. La regulación adecuada y la educación del visitante son fundamentales para evitar impactos irreversibles.

El resurgimiento del turismo local en Colombia demuestra que el país posee una diversidad capaz de sostener una industria fuerte sin depender exclusivamente del turista extranjero. Con una gestión equilibrada, esta tendencia puede fortalecer las comunidades y promover un desarrollo sostenible a largo plazo.