El martes 1 de julio fueron encontrados ocho cuerpos en una fosa común en zona rural de Calamar, Guaviare. Las víctimas, líderes sociales y religiosos, estaban desaparecidas desde el 4 de abril de 2025
La Fiscalía y el CTI, con apoyo del Ejército, identificaron a las víctimas como Jesús y Carlos Valero, Marivel Silva, Isaid Gómez, Maryuri Hernández, Óscar Hernández, James Caicedo y Nixon Peñaloza Chacón
⚠️ ¿Quiénes serían los responsables?
La investigación apunta al Frente Armando Ríos, disidencia de las FARC liderada por alias Iván Mordisco, que habría ejecutado esta masacre tras acusar a las víctimas de apoyar al ELN o a otra facción, sin pruebas
El hallazgo se habría logrado luego de la captura de un disidente, cuyo celular mostraba fotos de las víctimas, lo que permitió localizar la fosa
🕊️ Reacciones oficiales
Presidente Gustavo Petro condenó los hechos como una “grave afrenta al derecho a la vida, a la libertad religiosa y al trabajo comunitario” y pidió un “llamado urgente” a las instituciones para redoblar su protección
La Iglesia Católica y Evangélica calificaron el hallazgo como un “acto infame” que pone en grave riesgo la labor espiritual y diplomática de los líderes religiosos
La Procuraduría y la Defensoría del Pueblo emitieron alertas por la crisis humanitaria, urgieron a activar rutas de protección y asistencia comunitaria, y alertaron sobre posibles nuevos desplazamientos forzados y violencia contra civiles
🔮 ¿Qué implicaciones tiene?
Escalada militar: Expertos prevén que este episodio será seguido por una intervención militar estatal en Guaviare, lo que podría aumentar los riesgos para la población civil
Crisis humanitaria: Más de 10,000 personas estuvieron confinadas en junio; el hallazgo puede profundizar desplazamientos, corte de ayuda humanitaria y eventual militarización de la zona
Ruptura de diálogo: El asesinato dificulta aún más las perspectivas de reactivar conversaciones de paz con las disidencias de las FARC (EMC y EMBF), pese al mensaje abierto de Petro
Riesgo a liderazgos religiosos: El hecho marca una señal de que ser mediador espiritual se ha vuelto peligroso en territorios en disputa armada