A primera vista, el HOTEL XILÓN podría parecer uno más entre los edificios del centro de Pasto. Está en una zona donde el ritmo lo marcan los bancos, las oficinas, los restaurantes, el comercio de todo tipo. Pero basta con cruzar su puerta para descubrir que este lugar guarda algo más que camas para pasar la noche.
El lobby, amplio y sereno, contrasta con el bullicio de la calle. Hay silencio, luz y ese olor a hotel que mezcla limpieza con promesa de descanso. Los pasillos son generosos, las habitaciones también. No hay pretensiones, pero sí cuidado en los detalles. Lo sorprendente, sin embargo, está en el fondo: un salón de eventos que pocos conocen y que muchos buscan sin saber que ya existe. Es grande, versátil, con buena acústica y todo lo necesario para hacer desde una boda hasta una feria empresarial.
«Muchos no saben lo que hay aquí», dice uno de los empleados mientras organiza sillas para un evento que se avecina. Tiene razón. El XILÓN no alardea. Se deja descubrir. Y quienes lo hacen, regresan. Porque en una ciudad que a veces es caótica, encontrar un lugar tranquilo, bien ubicado y funcional es un lujo. Y ese lujo se llama HOTEL XILÓN.
