En una época en la que Colombia apenas comenzaba a dimensionar el impacto ambiental de la tecnología, Iván Gómez logró ver una oportunidad donde otros solo veían desechos. Su visión, sumada a una determinación inquebrantable, lo convirtió en uno de los pioneros de la economía circular en el país y en un referente internacional en la gestión de residuos electrónicos.
Un problema invisible para la mayoría
A mediados de los años noventa, el crecimiento del uso de computadores empezó a saturar basureros y bodegas con residuos electrónicos sin ningún tipo de manejo responsable. Gómez, técnico en electricidad y electrónica, trabajaba entonces en un centro autorizado de Compaq, donde presenció cómo equipos obsoletos eran entregados a recicladores sin control ni criterios ambientales.
Ese escenario despertó su inquietud. Mientras en otros países ya se exploraban modelos de gestión de residuos, en Colombia el sector era prácticamente inexistente. Decidió entonces dar el primer paso.
El nacimiento de Gaia Vitare
En 1999 renunció a su empleo, invirtió tres millones de pesos heredados y, desde su propia casa, puso en marcha Gaia Vitare, uno de los primeros proyectos formales de tratamiento de residuos electrónicos en Colombia. Con el apoyo de su hermano y dos vecinos, comenzó a procesar cobre, aluminio y plásticos, anticipándose casi una década al concepto de economía circular en el país.
En 2001, Compaq —su antiguo empleador— se convirtió en su primer cliente corporativo. Este respaldo permitió la vinculación de Aura Melo, su compañera y posteriormente su esposa, quien, tras cursar una maestría en Alemania, aportó conocimientos técnicos clave que impulsaron el crecimiento de la empresa. Gracias a este trabajo conjunto, Gaia obtuvo la primera licencia ambiental para residuos eléctricos y electrónicos en Colombia.
Para 2013, la empresa ya procesaba electrodomésticos, tarjetas electrónicas y baterías, y había ampliado sus operaciones a otras ciudades del país.
Tragedia, pérdida y un retorno decisivo
Ese mismo año, un accidente de tránsito marcó un punto de quiebre: fallecieron el tío de Gómez, el hermano de su esposa y un trabajador de la empresa. Meses después, Aura enfermó gravemente y murió, dejando a Gómez al cuidado de su hija.
Tras alejarse de la empresa durante seis meses, fue precisamente el recuerdo de su esposa y la responsabilidad de asegurar el futuro de su hija lo que lo impulsó a retomar el liderazgo. A partir de ese momento, Gaia Vitare inició una nueva etapa de crecimiento.
Resiliencia empresarial en tiempos de crisis
En 2019, la compañía amplió su planta, fortaleció su equipo humano y obtuvo permisos para el tratamiento de residuos hospitalarios, una licencia que resultó clave durante la pandemia. Los contratos asociados a este tipo de desechos permitieron mantener la operación y alcanzar ingresos récord.
En 2022, un proyecto innovador desarrollado junto al PNUD llevó a Gaia a transformar plásticos provenientes de electrodomésticos en filamentos para impresión 3D, utilizados incluso en la fabricación de prótesis.
El incendio que puso todo en riesgo
A finales de ese mismo año, un incendio destruyó el 75 % de la infraestructura de la empresa. Una vez más, Gómez enfrentó la adversidad. Negoció con la aseguradora, recicló los escombros para generar recursos y presentó un proyecto al Banco Interamericano de Desarrollo, que aprobó una financiación de dos millones de dólares para la reconstrucción.
Un futuro construido desde las cenizas
Hoy, Gaia Vitare es una de las empresas de economía circular más importantes de Colombia. Procesa 160 toneladas de residuos al mes, emplea a 120 personas, trabaja con 500 recicladores y desarrolla un laboratorio de innovación y un vertipuerto para drones. Su nueva planta, de 7.500 metros cuadrados, se ha convertido en un símbolo de renacimiento.
La historia de Iván Gómez demuestra que la sostenibilidad no es solo una apuesta ambiental, sino también un ejercicio de resiliencia. En sus manos, los residuos se transformaron en industria y las tragedias personales en el motor de un legado que hoy marca el rumbo de la economía circular en Colombia.
