Hoy, en este espacio donde la imaginación se hace oficio, asistimos al nacimiento de las obras que muy pronto crecerán ante nuestros ojos: prototipos que dejarán de ser miniaturas para convertirse en carrozas inmensas, vibrantes y llenas de vida. Cada maqueta es apenas el primer susurro de una historia que, en manos de estos maestros, se volverá rugido, color y movimiento en las calles.

Carnaval de negros y blancos

La carroza que llega este año al Carnaval de Negros y Blancos es un abrazo a nuestra historia. Nace del espíritu festivo que por siglos ha unido a los pueblos pastusos, Quillasingas e ingas: alegría que se comparte, cariño que se hereda y creatividad que nunca se agota. Esta propuesta recuerda que, mucho antes de los desfiles modernos, ya existían comparsas, máscaras y danzas que celebraban la vida. Con la llegada de nuevas culturas, la fiesta cambió, pero nunca perdió su esencia: honrar a todas las razas y celebrar lo que nos hace únicos.
La carroza es un viaje por símbolos que evolucionaron desde los Juegos de Negritos y Blancos, la magia de los artesanos, la picardía de la sátira y la fuerza del juego popular. Su mensaje no busca volver atrás, sino refrescar la memoria y recordarnos que este Carnaval es patrimonio vivo porque late en cada corazón que lo celebra.

Fiesta divina: dioses que bajan a bailar

En el Carnaval de Negros y Blancos, los antiguos dioses griegos encuentran un nuevo hogar lleno de música, colores y montañas vivas. La carroza Fiesta Divina imagina cómo Zeus, Dionisio, Apolo y Atenea dejan atrás el Olimpo para renacer como figuras mestizas que celebran junto al pueblo. Aquí, Zeus no lanza rayos: enciende la alegría del Galeras. Dionisio no brinda con vino, sino con chicha que huele a maíz. Apolo cambia su lira por un requinto andino, y Atenea protege con un escudo adornado de símbolos precolombinos.

El carruaje dorado se convierte en un altar rodante donde mito y tradición popular se abrazan. Ninfas, músicos y seres fantásticos se mezclan con ángeles y motivos nariñenses, creando un universo donde todos caben. Fiesta Divina nos recuerda que el verdadero poder está en la calle: en la gente que transforma la memoria en arte y la vida en celebración.

Somos nariño: tierra de patrimonio vivo

La carroza Somos Nariño es un homenaje luminoso a la riqueza cultural que define al sur de Colombia. En ella se reúnen los cuatro patrimonios de la humanidad que hacen de Nariño un territorio único: el Carnaval de Negros y Blancos, con su alegría que iguala y libera; el Qhapaq Ñan, camino ancestral que unió pueblos y saberes; las marimbas y cantos del Pacífico, música que resiste y vibra con la vida; y el Barniz de Pasto Mopa-Mopa, arte que convierte la naturaleza en color eterno.
A estos tesoros se suma el Santuario de Las Lajas, símbolo espiritual que emerge entre montañas como un abrazo a la fe y la memoria.
Cada figura de la carroza recuerda que Nariño no solo conserva patrimonio: lo respira, lo canta y lo celebra. Somos Nariño es la voz de un pueblo que transforma su historia en un legado que el mundo entero reconoce.

Anku Tupue: ofrenda a los muertos

La carroza ANKU TUPUE ofrenda a los Muertos revive una de las tradiciones más profundas del pueblo Pasto: la certeza de que la muerte no es un final, sino una puerta que se abre hacia otra forma de vida. En esta obra, los colores, las figuras y los símbolos andinos se unen para contar cómo cada noviembre la comunidad prepara altares llenos de comida, flores y chicha, esperando el regreso amoroso de sus difuntos.
Los niños vestidos de ángeles recorren los caminos rezando y cantando, guiando a los espíritus hacia los altares donde vivos y muertos comparten, por una noche, el mismo fuego y la misma memoria.
ANKU TUPUE celebra el buen morir, la unidad con la naturaleza y la continuidad del espíritu. Es un homenaje a la familia, a la tradición y a ese puente invisible que nos recuerda que nadie se va del todo mientras siga siendo recordado con amor.