En los canales y chinampas de Xochimilco, al sur de la capital mexicana, la temporada del cempasúchil debería ser motivo de fiesta. Cada año, los campos se tiñen de un intenso color naranja para recibir el Día de Muertos, cuando millones de flores adornan altares, tumbas y calles en honor a los difuntos. Sin embargo, este año, el panorama es distinto: las lluvias, las plagas y el cambio climático amenazan la supervivencia de la flor más emblemática de México.

“Perdí casi la mitad de mi cosecha”, lamenta Lucía Ortiz, agricultora de 50 años que, como muchas familias de Xochimilco, ha cultivado cempasúchil durante generaciones. “Llovió demasiado, las raíces se pudrieron y las plagas aparecieron antes de tiempo. Nunca habíamos tenido una temporada así”.

Daños por exceso de lluvias y plagas

El cempasúchil (Tagetes erecta), conocido también como flor de los muertos, florece cada octubre, justo antes de las celebraciones del 1 y 2 de noviembre. Pero las alteraciones en el clima han complicado su cultivo: las lluvias se prolongan, las temperaturas son más extremas y los suelos permanecen húmedos por semanas.

Según estimaciones de los productores locales, las pérdidas este año alcanzan entre el 40 y el 50 % de la producción. El exceso de agua ha favorecido la aparición de hongos y bacterias que atacan las raíces, mientras que la humedad ha multiplicado las plagas que antes eran poco comunes en la zona.

Ciencia para rescatar la flor del Día de Muertos

Frente a este panorama, investigadores y agrónomos trabajan para desarrollar variedades de cempasúchil más resistentes a los cambios del clima. Equipos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) estudian semillas nativas de distintas regiones para fortalecer su adaptación.

“Estamos tratando de conservar la diversidad genética del cempasúchil, porque algunas variedades tradicionales están desapareciendo”, explica una de las científicas involucradas en el proyecto. “El objetivo es que los agricultores no dependan solo del clima, sino de plantas mejor preparadas para resistirlo”.

Una tradición en peligro

El cempasúchil, cuyo nombre en náhuatl significa “flor de veinte pétalos”, es mucho más que un cultivo: es un símbolo de identidad mexicana y parte fundamental de una tradición que busca honrar a los muertos con color, aroma y vida. Pero para los agricultores de Xochimilco, su futuro depende ahora de encontrar un equilibrio entre las prácticas ancestrales y la ciencia moderna.

“Nos enseñaron que el cempasúchil guía a las almas con su luz”, dice Lucía Ortiz mientras recoge los pocos ramos que sobrevivieron a las lluvias. “Ojalá también nos ayude a encontrar el camino para no perder esta tradición”.