La disputa comercial entre China y Estados Unidos ha encendido las alarmas en Alemania, donde la industria de defensa depende en gran medida del suministro chino de tierras raras, metales esenciales para la fabricación de armamento avanzado. Las recientes restricciones de Pekín a las exportaciones han puesto en riesgo la producción militar alemana y reavivado el debate sobre la seguridad estratégica de los recursos.

Las tierras raras, una familia de 17 elementos químicos cruciales en la tecnología moderna, son componentes indispensables en aviones de combate, submarinos, sistemas de propulsión, sensores y municiones. Un solo bombardero F-35 requiere más de 400 kilos de estos materiales, lo que evidencia su relevancia en la industria militar.

Pekín endurece las exportaciones

A comienzos de octubre, el gobierno chino anunció que endurecerá las normas de exportación de tierras raras, especialmente aquellas con posible uso militar. Las empresas extranjeras deberán ahora entregar información detallada y confidencial sobre sus operaciones, una exigencia que los fabricantes alemanes de armas califican como inaceptable.

“Las nuevas cláusulas de uso final y los obstáculos burocráticos son, en la práctica, una forma de espionaje industrial”, explicó el politólogo Jakob Kullik, de la Universidad Técnica de Chemnitz, en declaraciones a DW.

La Federación de Industrias Alemanas (BDI) también criticó las medidas, señalando que podrían interpretarse como “un ataque directo al rearme de Occidente”. Alemania ha aumentado notablemente su producción de armamento para modernizar sus fuerzas armadas y mantener el flujo de apoyo militar a Ucrania, lo que, según analistas, podría ser un factor de tensión adicional con China, aliada de Rusia.

Precaución sin pánico

Desde el sector, las reacciones buscan mantener la calma. El director ejecutivo de la Asociación de la Industria de Seguridad y Defensa Alemana (BDSV), Hans Christoph Atzpodien, aseguró que no existe “pánico” en el sector, ya que el consumo de tierras raras es relativamente bajo en comparación con otras industrias.

No obstante, reconoció que la situación exige una estrategia europea para reducir la dependencia de China:

“Europa necesita urgentemente crear su propia capacidad de procesamiento. Esto requerirá simplificar los permisos medioambientales y acelerar la inversión en proyectos locales”, subrayó.

Un dominio difícil de reemplazar

Actualmente, China controla cerca del 80 % de la producción mundial y más del 90 % del refinado de tierras raras. Establecer fuentes alternativas podría tomar más de una década, incluso si los esfuerzos comienzan de inmediato.

La minería de estos elementos es costosa, altamente contaminante y poco rentable. Aunque existen reservas en Estados Unidos, Australia, Brasil, Vietnam y Groenlandia, la mayoría de las minas fuera de China han cerrado por motivos económicos. Pekín, en cambio, apostó tempranamente por desarrollar todo el ciclo productivo, desde la extracción hasta el refinamiento.

Durante años, tanto el gobierno como la industria alemana optaron por depender de las importaciones chinas para evitar los costos y la complejidad ambiental de la minería local. Hoy, esa estrategia se revela insostenible.

“Durante décadas externalizamos el procesamiento a China. Ahora ya no podemos permitirnos esa dependencia”, admitió la BDSV.

La crisis de las tierras raras se perfila así como una advertencia estratégica para Alemania y Europa, que deberán decidir si continúan bajo la sombra del monopolio chino o invierten decididamente en autonomía tecnológica y de recursos.