En lo alto de una barra metálica, una mujer se eleva, gira, desafía la gravedad. En ese instante no hay dudas, solo fuerza, arte y libertad. Así se vive cada día en la Escuela de Pole y Acrobacia Aérea dirigida por Camilo Ortega y Karolina Ramos, dos atletas que han convertido el cuerpo en instrumento de expresión y superación.
Camilo, medallista mundial en Pole Art, llevó hasta Suecia una puesta en escena inspirada en la cultura andino-ancestral con apoyo del colectivo Indoamericanto. Karolina, también artista de Indoamericanto, es medallista nacional en Exotic Pole y ha sido formadora desde 2017. Juntos, asumieron el legado de la escuela fundada por Cristina Vallejo, para convertirla en un espacio donde el pole no solo se practica, se transforma en identidad.
El pole, para ellos, va más allá del ejercicio: es empoderamiento, autoconfianza y sanación. Mujeres de todas las edades, tallas y contextos acuden buscando más que flexibilidad o fuerza; buscan reencontrarse consigo mismas. Y lo logran. Muchas han dejado atrás la ansiedad, la depresión y los prejuicios. Hoy se sienten poderosas, capaces de hacer acrobacias que parecían imposibles.
Pese a los tabús, esta disciplina gana respeto como forma de arte escénico, comparable con el ballet o la gimnasia. El Circo del Sol ya lo demostró. Y en Pasto, esta escuela lo confirma: volar también es una forma de resistir y renacer.
