Hablar de educación hoy es también hablar de entornos digitales. Más allá de contar con dispositivos o plataformas, el verdadero reto está en manos de quienes acompañan el proceso de aprendizaje. Pero, ¿están las y los docentes preparados para asumir los cambios que implica una educación mediada por tecnologías?
Durante la última década, la transformación educativa ha estado marcada por la irrupción de herramientas tecnológicas, proceso que se aceleró con la pandemia covid-19. Esta situación obligó a miles de profesores a modificar sus metodologías en cuestión de días, revelando no solo una brecha de acceso a internet, sino una aún más profunda: la de las competencias digitales.
En Colombia, según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (DANE, 2023), apenas el 32 % de los docentes se siente “muy preparado” para usar herramientas digitales en su práctica pedagógica. El 68 % restante reconoce necesitar más formación. A esto se suma que solo 4 de cada 10 instituciones educativas del país cuentan con un plan integral de transformación digital, de acuerdo con el Ministerio de Educación Nacional.
Carlos Patarroyo, profesor e investigador de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario, considera que “la pandemia nos mostró lo poco preparados que estábamos. No se trata solo de poner una cámara frente a lo que ya hacíamos, sino de repensar por completo la forma de enseñar. He aprendido que las herramientas digitales hacen mis clases más dinámicas y potentes, incluso en Humanidades”.
Según la UNESCO, formar docentes con competencias digitales no significa únicamente capacitarlos en el uso de plataformas o software. Se trata de una preparación integral que combine habilidades técnicas, didácticas, éticas y socioemocionales, permitiéndoles diseñar experiencias de aprendizaje activas, inclusivas y adaptativas.
Ante esta realidad, las universidades tienen un papel central en la formación inicial y continua del profesorado. Deben promover modelos educativos flexibles, centrados en el estudiante, que respondan a los desafíos del presente y del futuro. Esto implica fomentar una cultura de innovación, pensamiento crítico, alfabetización digital y ética en el uso de la tecnología.
La inteligencia artificial, por ejemplo, está transformando rápidamente los entornos educativos. Puede facilitar procesos como la retroalimentación personalizada o la creación de materiales interactivos. Sin embargo, su implementación debe estar mediada por una mirada crítica y pedagógica, que no sustituya la figura del maestro, sino que la potencie.
“Más allá del software o el hardware, las competencias digitales son habilidades humanas para interactuar críticamente con la tecnología”, dijo Malgorzata Lisowska, directora del Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación de la Universidad del Rosario. “Se necesita un modelo innovador que no parta de una receta universal, sino de un análisis individual sobre en qué nivel se encuentra cada profesor en cada competencia, y qué necesita para avanzar”, añadió.
En este contexto, la Universidad del Rosario reafirma su compromiso con la transformación educativa. Desde su modelo centrado en el desarrollo de competencias, reconoce a los docentes como actores fundamentales en la construcción de una sociedad más justa, crítica y adaptativa. Por eso, su apuesta por la innovación pedagógica va de la mano con una formación humanista, interdisciplinaria y profundamente conectada con los retos sociales del país.
Para Cielo Mancera, directora de Educación Digital de la Universidad del Rosario, “es importante que los docentes y estudiantes usen la inteligencia artificial para crear, evaluar, buscar recursos y enriquecer sus disciplinas, pero siempre reflexionando sobre los dilemas éticos que implica su uso”.
El modelo de Formación de Competencias Digitales para la Docencia, creado por la Universidad del Rosario, se plantea como una apuesta pionera y transformadora. Basado en niveles de maduración de competencias digitales, parte del reconocimiento individual de cada docente, avanza a través de procesos de formación contextualizados y culmina con profesores que se convierten en verdaderos agentes de innovación educativa.
Como concluye Malgorzata: “La educación digital no es solo una adaptación, es una oportunidad para volver a enamorarnos de enseñar y de aprender”. Y en ese camino, los maestros no solo son esenciales, sino protagonistas de una transformación que ya está ocurriendo y que, con apoyo, formación y visión, puede cambiar el rumbo de la educación en Colombia.